MIME-Version: 1.0 Content-Type: multipart/related; boundary="----=_NextPart_01DB843D.A4312FC0" Este documento es una página web de un solo archivo, también conocido como "archivo de almacenamiento web". Si está viendo este mensaje, su explorador o editor no admite archivos de almacenamiento web. Descargue un explorador que admita este tipo de archivos. ------=_NextPart_01DB843D.A4312FC0 Content-Location: file:///C:/76C7BD1A/0181_Tellez.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="us-ascii"
DOI: https://doi.org/10.56712/latam.v6i1.3493=
span>
Aspectos estructurales e individuales
sobre la desigualdad social: desde una perspectiva psicosocial
Structural and individual facets about soc=
ial
inequality: from a psychosocial perspective
Mario Arturo Téllez Rojas
mtellezr@ipn.mx
https://orcid.org/0000-0002-0907-2428
Centro
Interdisciplinario de Ciencias de la Salud Unidad Santo Tomás, Insti=
tuto
Politécnico Nacional/ Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM=
Ciudad de
México – México
Isaac Molina Pérez
isaac.molina@tec.mx
https://orcid.org/0000-0002-2080-0887
Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey
Ciudad de
México – México
Artículo
recibido: 07 de febrero de 2025. Aceptado para publicación: 21 de fe=
brero
de 2025.
Conflictos de
Interés: Ninguno que declarar.
Resumen
El
propósito del presente trabajo fue explorar el concepto de desiguald=
ad
social en un estado del arte comprensivo, proponiendo dos perspectivas de
análisis: la primera, desde un enfoque estructural o macro, y la seg=
unda,
desde un análisis individual o situacional o micro. Para lograr este
objetivo, se revisaron diversos autores y estudios que consideran las
desigualdades sociales como unidad de análisis. Dentro de las
reflexiones y críticas, se examinan las implicaciones
metodológicas y teóricas, así como el impacto de las
desigualdades sociales en los niveles individual, grupal y colectivo.
Finalmente, a través de las distintas disertaciones, se concluye que=
las
desigualdades sociales impactan negativamente en la sociedad, por lo que se
requiere una visión integradora que no segmente el fenómeno, =
sino
que considere los aspectos estructurales, sus manifestaciones, los escenari=
os y
las poblaciones. Esto permitirá que futuras investigaciones generen
líneas de acción desde distintas disciplinas.
Palabras clave: desigualdad social, interacción
social, macrosocial, microsocial
Abstract
The purpose of this study was to explore the concept of social
inequality through a comprehensive state of the art review, proposing two a=
nalytical
perspectives: the first from a structural or macro approach, and the second
from an individual or situational micro analysis. To achieve this objective,
various authors and studies were reviewed, considering social inequalities =
as
the unit of analysis. Within the reflections and critiques, the methodologi=
cal
and theoretical implications are examined, as well as the impact of social
inequalities at the individual, group, and collective levels. Finally, thro=
ugh
the various discussions, it is concluded that social inequalities negatively
affect society, highlighting the need for an integrative perspective that d=
oes
not segment the phenomenon but rather considers its structural aspects,
manifestations, contexts, and affected populations. This approach will enab=
le
future research to develop action-oriented lines of inquiry from diverse
disciplinary perspectives.
Keywords: social inequal=
ity;
social interaction; macrosocial; microsocial
<= o:p>
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Todo el contenido de LATAM
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades, publicado en es=
te
sitio está disponibles bajo Licencia Creative Commons.=
Cómo citar: Téllez Rojas, M. A., & Molina Pérez=
, I.
(2025). Aspectos estructurales e individuales sobre la desigualdad social:
desde una perspectiva psicosocial. LATAM Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades 6 =
(1),
2212 – 2225. https://doi.org/10.56712/latam.v6i1=
.3493
INTRODUCCIÓN
La evidencia señala que tales desiguald=
ades
generan problemas en ámbitos laborales, educativos, económico=
s,
políticos, sociales, sexuales e incluso emocionales precarizando la =
vida
de muchas personas de estratos desfavorecidos (Pujal=
span>,
Calatayud & Amigot, 2020; CEPAL, 2016; Fitoussin & Rosanvallon,
1997). Por lo que las preguntas clave son: ¿Cómo estudiar y
analizar la desigualdad social? ¿Qué mecanismos la producen y
reproducen? ¿Cuáles son sus consecuencias e implicaciones
psicosociales? Este texto ofrece respuestas a estas interrogantes a
través de una breve exposición del estudio e implicaciones de=
la
desigualdad social como unidad de análisis, para finalmente reflexio=
nar
sobre sus implicaciones sociales y psicosociales.
DESARROLLO
Las
categorías de análisis de la desigualdad
DiPrete (2007) señala que
en las últimas décadas, enfoques económicos han ganado
peso en el estudio de las desigualdades sociales, los estudios se han centr=
ado
principalmente en medir la magnitud (cantidad y distribución) de los
bienes y consumo, aportando solo descripciones del fenómeno; es deci=
r;
sólo proporcionan el estatus o diagnóstico de la situaci&oacu=
te;n
y no da cuenta de cómo son los procesos y vicisitudes que conlleva el
asentamiento cada vez mayor de las desigualdades sociales. El autor agrega,=
que
es necesario centrarse en cuestiones que vayan más allá de la
movilidad social y empezar a tomar en consideración los cambios que =
se
han generado en el empleo o las ocupaciones.
En este sentido, si bien el ingreso desde la
economía explica o describe la situación de los estratos soci=
ales
con relación al poder adquisitivo y acceso a recursos varios, el
carácter sociológico tendría que ver más
allá de un análisis vinculado exclusivamente al ingreso o al
empleo como únicas fuentes de desigualdad. Por ello, se requiere
además de una visión más integral que analice la
interacción de factores relacionales que ponen en riesgo a diferentes
sectores de la población frente al mercado. Por ejemplo, la
ocupación pasa a ser un aspecto que se relaciona con la movilidad
social; así mismo, la estratificación del empleo genera
parámetros que la clase dominante utiliza para perpetuarse. Ciertos
trabajos están destinados para ciertas personas: los buenos trabajos
para unos y los malos, para otros (Fitoussin &a=
mp; Rosanvallon, 1997).
En este sentido, la industrialización e=
n el
mercado laboral hizo obligatorio un aumento en la profesionalización=
, la
movilidad profesional se vuelve un requisito para la movilidad social; por =
lo
tanto, las desigualdades tradicionales se suman con las nuevas desigualdade=
s,
ciertamente no se han dejado de lado las desigualdades debidas al grupo de
adscripción como el género, raza, etnia, ciudadanía, l=
engua
e incluso ubicación territorial (Fitoussin
& Rosanvallon, 1997, p=
.90-91;
Dubet, 2006). Dejando claro que los estudios tradicionales macroestructural=
es
de la desigualdad solo ven estos aspectos como variables
sociológicas-demográficas como; sexo (asignación basad=
a en
caracteres genitales), raza-etnia (adscripción de acuerdo con fenoti=
pos
raciales) lengua (lengua materna), por mencionar algunos, lo que denota una
completa omisión del papel subjetivo de estas características=
de
las personas.
Dentro de esta conceptuación, es necesa= rio replantear la teorización de la desigualdad y que se integren de for= ma dinámica el vínculo generado entre el individuo y la sociedad, así, pasar de la investigación de la estratificación social (estructuralismo) que piensa al sujeto como un ser pasivo a configur= arlo como un actor social. Adem&aa= cute;s de que se requiere de explicaciones sobre la reproducción de la desigualdad en términos de procesos sociales de interacción q= ue reconstruyen formas y elementos constitutivos de las relaciones sociales; p= or ejemplo, la distribución del empleo no solo legítima roles o estructuras asimétricas, sino que también genera identidades (Jiménez & Rodríguez, 2014). En cuanto a este respecto se pretende dar a entender la identidad tal como lo plantea Erving Goffman (19= 78) en un carácter relacional; es decir, reflejándose en la idea = que tenemos de los otros y que los otros tienen de mí en una interacción mediante símbolos y percepciones entre actores. <= o:p>
En contraste, otros sostienen que la modernida=
d y
su devenir han traído la reducción de las desigualdades, en d=
onde
las barreras de la desigualdad han sido reemplazadas por una cascada de cla=
ses
medias inferiores, donde la clase no está netamente dicotomizada por
polos extremos, sino que existen categorías intermedias. Al respecto,
los medios de comunicación masivos han contribuido a la caída=
de
estas barreras, por lo que la noción de clase obrera es reemplazada =
por
una más vaga “clases populares” o “clases
desfavorecidas”. Ante la complejidad del fenómeno, Dubet (2006=
, p.45) señala que es necesario el anális=
is de
las desigualdades como un conjunto de procesos sociales, de mecanismos y
experiencias individuales, grupales y colectivas.
Fitoussin y Rosanvallon
(1997) señalan que para entender el fenómeno de las desiguald=
ades
sociales se tienen que considerar dos aristas: la primera, señala qu=
e se
ampliaron las desigualdades a las que se podría calificar de
"tradicionales" o “estructurales”– en el sentido
que son heredadas y aceptadas por la sociedad-. La segunda, el estudio del
fenómeno amplio su campo, lo que modificó el análisis =
de
la experiencia y las diferencias acentuadas entre los individuos. De este m=
odo,
surgieron las nuevas desigualdades, que surgen de recategorizar o recalific=
ar
las diferencias dentro de categorías que van más allá =
de
la dimensión económica; por ejemplo, la desigualdad frente al
endeudamiento, la falta de empleo, la seguridad, los actos de incivilidad e
incluso desigualdad ante ciertas molestias cotidianas como el transporte
público o el acceso a servicios. Todas ellas contribuyen a perturbar=
la
representación que puede tenerse de sí mismo, incluso altera =
la
identidad, porque la pérdida del empleo no solo implica una consecue=
ncia
negativa en el ingreso, sino que también la persona se ve afectada e=
n su
estima (Felicissimo, Ferreira, Soares, Silveira=
&
Ronzani, 2013) y autoconcepto (Worchel,
Cooper, Goethals & Olson, 2003, p. 67).
Por su parte, Dubet (2006, p.24)
considera que para el análisis de la desigualdad se deben de disting=
uir
dos tipos de sociedades: las holistas, que privilegian las desigualdades
colectivas percibidas como “naturales” y las individualistas, q=
ue
conciben a las desigualdades como la competencia entre individuos iguales c=
on
las mismas oportunidades. Para el segundo caso, la interpretación de=
la
modernidad acentúa a las desigualdades justas, es decir, las que son
aceptadas y evaluadas de manera funcional (por ejemplo, a mayor esfuerzo me=
jor
empleo), ya que estas revelan la condición de adquisición de
estatus y no solo son un resultado de la herencia y las estructuras sociales
desiguales establecidas en un principio y que se conciben como naturales. De
este modo, los individuos se consideran como iguales y pueden reivindicar d=
icha
igualdad a través de sus oportunidades y derechos, desde esta visi&o=
acute;n,
se posee un principio igualitarista a partir de la disgregación de
desigualdades justas e injustas.
Con lo anterior, surge la interrogante
¿justo para quién? Dubet (2006) señala que la calidad
negociada de la justicia es especialmente relevante en el contexto del camb=
io
social (Sen, 2010). Actualmente, se vislumbra la posibilidad de cambiar de
situación económica, el estatus, centrando dichas posibilidad=
es
en las capacidades del individuo, que por medio de méritos y esfuerz=
os
puede alcanzar una serie de beneficios que el avance tecnológico ha
traído. La justicia cobra sentido en virtud de los beneficios
particulares obtenidos por el individuo, la desigualdad en ese caso
resultaría justa ya que cada uno tendría lo que merece en fun=
ción
directa con su esfuerzo (Rodríguez, 2014; Sampson, 1983). Es decir, =
se
trata de reducir las brechas de desigualdad a través del esfuerzo
netamente individual; sin embargo, este pensamiento se ha vuelto colectivo
haciendo una competencia entre unos y otros.
Visión m=
acrosocial:
medición económica e individuo
Los primeros estudios relacionados con la
desigualdad social fueron sobre estratificación social, en los cuale=
s se
vinculaba la movilidad social con aspectos ocupacionales. Treiman
y Ganzeboom (2000) señalan que en tales
estudios se dio énfasis a la medición estadística,
visión que continúa vigente, solo que en la actualidad no sol=
o se
utilizan indicadores para medir la pobreza; sino también el acceso a=
la
salud, empleo, educación, recursos digitales entre otros indicadores=
de
vulnerabilidad social relacionados con la desigualdad social (Banco Mundial,
2020; Veldés, Ramis & Del Carmen, 20=
20;
Arcaya, Arcaya & Subramanian, 2015).
Considerando lo anterior, se puede sugerir que=
las
distintas desigualdades sociales pueden ser estudiadas con un caráct=
er
netamente económico, marcado por el ingreso, los bienes y servicios
cuantificables y mensurables (Braig et al., 201=
5;
Esquivel, 2015, 2018; Galindo & Ríos, 2015); desde esta
óptica la desigualdad es individualizada, ya que no alude a cuestion=
es
de relaciones o de interacción entre grupos, sino solo a
características particulares de los individuos. La medición es
importante, permite una radiografía de la problemática, sin
embargo, se tiene que identificar qué es lo que está generando
las desigualdades.
Las fuentes que generan las desigualdades soci=
ales
son diversas. La segregación, discriminación y la pobreza son
legitimadas dentro de una estructura social jerárquica y estratifica=
da
de los individuos (Ordóñez, 2018; Tapia & Valenti;
2016; Jiménez & Rodríguez, 2014; Goldthorpe, 2012; Sen,
2000); por ende, un aspecto a considerar es que la lucha de clases o confli=
cto
de clases plantea una fuerte influencia en los comportamientos individuales=
de
las personas y las interacciones intergrupales. Actualmente, la desigualdad
social ha logrado trastocar al individuo directamente, ya que es
únicamente él quien se ve beneficiado y afectado por tales
desigualdades. De este modo, no se planean movilizaciones sociales para gen=
erar
cambios en la distribución de recursos valiosos, sino movilizaciones
individuales a través de recursos propios y acumulación de
credenciales (meritocracia) como únicas vías de acceso a un m=
ejor
paquete de recompensas y una movilidad social ascendente (Vélez, 201=
8;
Murphy, 1988; Parkin, 1979; Marshall, Casado & Miranda, 1997); una pugna
individual por una mejor calidad de vida.
En este sentido ya sea que las desigualdades se
conciban como colectivas o individuales, las personas consideran que existe=
la
posibilidad de una movilidad social y esperan en consecuencia un mejor
bienestar social (Marshall, Casado & Miranda, 1997; Vélez, 2018;=
Grusky & Ku, 2008). La
percepción no necesariamente concuerda con la situación de
precariedad en la que se vive, ya que sí bien es importante la
experiencia de las personas con relación a la desigualdad, el proble=
ma
de fondo es estructural. Una persona en situación de desventaja, a
través de su fuerza de trabajo, capacidades, credenciales y
méritos individuales, posiblemente logrará incrementar su
ingreso; en consecuencia, el acceso a mejores bienes y servicios. Sin embar=
go,
el sistema económico y social no garantiza que todos tendrán =
la
misma oportunidad de acceder a esos beneficios, ya que incluso se fundamenta
con principios de monopolización y acaparamiento de las fuentes de
recursos (Murphy, 1988, p.56).
En consecuencia, existe una constante pugna de=
los
individuos por la mejora en la calidad de vida, meta que miles de individuos
pretenden llevar a cabo. Los grupos que se encuentran en una jerarquí=
;a
superior realizan acciones y aplican mecanismos de toda índole para
permanecer con sus ventajas y privilegios, mientras que el estrato inferior
lucha por el ascenso. Así mismo, otros grupos aún más =
desfavorecidos
también tratan de obtener mejores paquetes de recompensas, por lo qu=
e la
estructura jerarquizada se produce y reproduce de manera persistente. Siguiendo a Berger, Luckman y Zule=
ta
(1968) los autores-actores construyen su realidad de manera social,
rectificando los hechos sociales y creando un significado subjetivo de la
acción en tanto que objeto de conocimiento, se institucionaliza,
legítima e internaliza dentro de la interacción simból=
ica.
Es así, que es limitado pensar que la desigualdad social sólo=
se
mantiene en un nivel macroestructural y no permea el sentir, el actuar y la
simbolización de los individuos y de las interacciones.
Por su parte, la teoría del cierre soci=
al
menciona un doble cierre donde las clases o grupos sociales buscan mejores
posiciones excluyendo a otros (Murphy, 1988). Con recursos limitados, es
esencial controlar las fuentes de riqueza, relacionando la desigualdad con
mecanismos de exclusión social que aseguran posiciones privilegiadas.
Por ejemplo, Pérez (2018) indica que en
Centroamérica, jóvenes de zonas marginadas tienen cuatro veces
más probabilidades de empleos precarios, una condición
difícil de superar desde la niñez (Garel=
lo,
Pérez & Yacobazzo, 2019; Yaschine, 2014). De esta manera, la
institucionalización de la desigualdad se perpetúa mediante m=
ecanismos
estatales y estructuras sociales (Galtung, 1999; Cisneros, 2015). La rigide=
z de
la estratificación y procesos de adscripción social pueden
condenar a individuos o grupos a permanecer en determinadas posiciones,
acumulando desigualdades y transfiriéndolas generacionalmente sin ma=
rgen
de movilidad (Garello, Pérez & Yacobazzo, 2019; Inquilla, 2015; Ordóñe=
z,
2018; Freidin, Ballesteros & Wilner,
2020).
Visión <=
span
class=3DSpellE>microsocial: herencia y tradición centrada en =
las
relaciones
Si bien las corrientes y perspectivas sociales=
han
devenido de una serie de cambios paradigmáticos (funcionalismo,
construccionismo, por mencionar algunos), Berard
(2006) señala que el estudio de la desigualdad se permea y se imprime
con alguno de estos sellos. Además, el autor considera que es en este
punto cuando la pregunta de cómo estamos pensando y reflexionando el
fenómeno de la desigualdad cobra sentido, debido a que puede ayudar a
buscar el método y la técnica ad hoc para el estudio de la
desigualdad social. Se parte de la reflexión de cómo se puede
mirar al fenómeno y tratar de comprenderlo e interpretarlo
(construccionismo/fenomenología) o bien dotarlo de atribuciones de
causalidad o medir su magnitud (funcionalismo).
Como ya se ha examinado en la sección
anterior, se considera a la desigualdad en términos económico=
s,
así como sus implicaciones en la distribución con relaci&oacu=
te;n
a la raza, etnia, género y edad (Carlomagno, 2020; CEPAL, 2016; Dube=
t,
2006; Fraser, 1997). Sin embargo, desde Bourdieu (como se citó en
Collins, 2000) se consideraba o se incluía la relevancia de los gust=
os
culturales internalizados por parte de los individuos. Es decir, se conjunt=
an
la jerarquía económica, la adscripción a un grupo y las
prácticas culturales dentro del estudio y análisis de las
desigualdades. En otras palabras, de acuerdo con el aspecto relacional
interaccional citado de Goffman (1978), las desigualdades se vuelven una pa=
rte
de la escenografía y del papel del actor que no puede ocultar y que
inevitablemente estará permeando su relación con otros y con =
el
mundo.
Dentro de la política económica
global y en algunas áreas de investigación social, se tiene u=
na
enorme preocupación por detener el crecimiento desproporcionado de l=
as
desigualdades económicas vinculadas con las macroestructuras sociale=
s,
sin dejar de lado la importancia de las acciones cotidianas o el nivel microsocial de la desigualdad. Las imágenes qu=
e se
tienen en la vida y las prácticas cotidianas marcan distinciones y
diferencias entre unos y otros, acentuando e incluso resaltando las relacio=
nes
asimétricas.
En este sentido, la micro= -evidencia recabada a través de un conjunto de acciones revela la reivindicación de las desigualdades, por lo que el flujo de la vida cotidiana está enraizado a un esquema jerárquico desigual. La imagen jerárquica domina nuestras teorías, la táctica retórica de tomar la postura moralmente superior, reafirma su existe= ncia (Galtung, 1999). Lo anterior, se observa cuando mujeres en actos públicos reclaman sus derechos mientras que los varones blancos de c= lase alta se mantienen en silencio; por lo tanto, se legitima y reproduce la desigualdad; ya que reconoce al otro bajo situaciones de desventaja persona= l, de interacción social, institucional y estructural no simétri= ca. Un ejemplo de lo anterior es el análisis crítico de la patologización de la mujer con respecto de su salud mental (Véase, Pujal, Calatayud, & Amigot, 2020), además de los casos histó= ;ricos de expresión de la sexualidad o la actividad política y socia= l de las mujeres (Fraser, 1997) o en educación (Soto, Sánchez, Ped= raza & Márquez, 2020). Sin lugar a duda, el caso más evidente = que nos ha dejado la historia fue la esclavitud, considerada legal en muchas naciones y durante muchas décadas. Las personas se ven reflejadas con otras incluso desde una condición asimétrica social, dó= ;nde las personas no ignoran esta asimetría, sin embargo, la asumen y la interiorizan en prácticas, hábitos e instituciones sociales.<= o:p>
En adición, el argumento de los datos e=
n microsituaciones tiene prioridad conceptual. Esto no =
quiere
decir que los macrodatos no signifiquen nada; pero acumulando
estadísticas y datos de las encuestas no se transmite una imagen pre=
cisa
de la realidad social (Esquivel, 2018), a menos que se interpreten en el
contexto microsituacional. Nada tiene veracidad=
a
menos que se manifieste en una situación, en alguna parte (contexto y
sentido). Por lo tanto, las estructuras macrosociales pueden ser reales,
siempre que sean agregados de manifestaciones microsit=
uacionales,
o redes de conexiones repetidas de una microsituaci&oa=
cute;n
(organización y forma). Pero también se advierte en la
interpretación engañosa de la “realidad”, que los
datos que se recogen de esas situaciones particulares están inmersos=
en
un contexto que involucra a los individuos como actores. La suma de respues=
tas
sí configura una fotografía de esa realidad.
Al respecto, Coulter (en
Berard, 2006, p.238)
también observa que muchas de las reclamaciones macro-estructurales
son discutibles en una variedad de terrenos; por ejemplo, no dan cuenta de =
los
mecanismos que producen la desigualdad social. La desigualdad puede ser
localizada y visible por los miembros como una función real de la
sociedad, debido a que es culturalmente observable en la acción y en
lenguaje de individuos, en contextos particulares; incluso genera identidad=
es o
roles dentro de las relaciones sociales.
La desigualdad social puede ser comprendida de=
sde
la intersubjetividad y observada bajo una propuesta et=
nometodológica.
En este caso, se hace referencia a la multiplicidad de sus caracterí=
sticas
que enmarcan a la desigualad social con una “glosa” o arsenal de
términos que hacen alusión a ella. Así, representado u
operacionalizando el concepto se alude a “discriminación",
"sesgo", "racismo", "patriarcado",
"estructura de clases", "pobreza",
"privación", "clase baja", "imperialismo&qu=
ot;,
"hegemonía", "privilegio"
"segregación", "exclusión",
"estigma", "jerarquía", "escala social"=
;,
"casta", "estatus" "poder" y otros más=
(Berard, 2006). Aquí, es importante considerar =
la
relación que la desigualdad guarda con otros fenómenos de
interacción social, que en su conjunto muestran dinámicas que
perpetúan las desigualdades y las reproducen.
Si bien las técnicas utilizadas para la
recolección de datos han conllevado a toda una serie de implicaciones
donde están inmersas la subjetividad o la intersubjetividad (dualism=
o),
la etnometodología contemporánea considera a los análi=
sis
críticos y los métodos culturales o étnicos de
razonamiento práctico (prácticas que crean el sentido) dentro=
de
las cuales también se abordan los puntos de vista de los
individuos/actores como un vía metodológica complementaria pa=
ra
el estudio del fenómeno (Berard, 2006, <=
span
class=3DSpellE>p.240).
En este sentido, la propuesta de anális=
is
situacional, de los circuitos, de las redes parecería habilitar la
fusión entre los niveles micro, meso y macro (así como
también entre global y local); sin embargo, los mecanismos de
estratificación situacional permiten pensar que los atributos,
características, más que ser “de los
individuos/grupos” son características sujetas a las situacion=
es
de interacción.
Pensar las asimetrías conlleva a una se=
rie
de preguntas que se pretenden responder a través de la reflexi&oacut=
e;n
o el análisis, incluso en el metaanálisis; práctica
imprescindible de las disciplinas sociales. Ante esta visión, Anders=
on y
Snow (2001, p.400) consideran como vía p=
ara la
comprensión del fenómeno de las desigualdades sociales, el
interaccionismo simbólico en donde se le otorga primacía a las
relaciones sociales que establecemos, su significado y su posible interpret=
ación
(Da Matta, 1997). Al respecto, se hace alusión a las interacciones q=
ue
legitiman la desigualdad a través de toda una amplia gama de actitud=
es y
comportamientos. Estos patrones de comportamiento (conjunto o serie de acci=
ones)
denotan o conllevan intenciones o motivaciones que pueden llegar a marcar la
desigualdad. Las manifestaciones de la desigualdad se marcan no solo en lo
material (riqueza, ingresos, bienes y servicios) sino también en el
plano simbólico y en consecuencia, en la =
vida
cotidiana y prácticas culturales de las personas.
Las interacciones sociales pueden llegar a rev=
elar
múltiples formas de poder en los encuentros sociales (espacio,
referencial, trabajo, educación, recreación, roles, tiempo), =
que
en la vida cotidiana se encuentran diferenciados (Jiménez &
Rodríguez, 2014; Da Matta, 1997; Villa Lever,
2017). El sistema o las interacciones simbólicas pareciera que se
acomodan a los individuos en lugares o estatus en los cuales puede padecer o
recibir agresiones de forma sistemática en su cotidianeidad, aspecto=
con
el que concuerda Goffman y Guinsberg (1970).
En este punto, se pueden hacer dos distinciones
importantes. La primera, con relación a las estructuras sociales
estratificadas jerárquicas y la segunda, con las interacciones socia=
les.
Si bien el carácter sistemático de la estructura social basad=
o en
la postura económica delinea las jerarquías sociales (clases);
las interacciones cara a cara las legitiman, las hacen válidas. Goff=
man
y Guinsberg (1970) en su libro sobre estigma y
posteriormente retomado por Tezanos (2001) y Tezanos, Villalón y
Díaz (2009) aluden a situaciones que si bien hacen que al individuo =
se
le asigne una “marca” y éste la porte y padezca,
habrá individuos que de forma voluntaria o consciente formen su prop=
io
grupo (alienación) o establezca sus propios lineamientos o formas de
interacción (Freidin, Ballesteros, Krause
& Wilner, 2020).
Siguiendo la línea de argumentaci&oacut=
e;n
anterior, las capacidades y habilidades individuales son importantes para e=
l desempeño
competente en sociedad, pero también lo son el grupo de pertenencia
(Tajfel, 1984; Pérez, 2018; Jiménez & Rodríguez, 2=
014)
y las redes o vínculos sociales que se poseen; lo que continú=
a la
línea o carácter relacional del fenómeno.
Por lo tanto, el grupo y los vínculos
sociales proporcionan información y un marco de referencia que influ=
ye
en las actitudes y comportamientos internalizados por los miembros adscrito=
s a
él (Granovetter, 2005; Freidin et al., 2=
020).
Los vínculos sociales y familiares heredados hacen también
posible la legitimación de la desigualdad.
Con un carácter histórico, las
desigualdades, riquezas, el poder y la posición social, ya sea
privilegiada y no privilegiada han sido heredadas de una generación a
otra. Las tradiciones sociales y culturales coadyuvan a la perpetuaci&oacut=
e;n
de las desigualdades sociales, ya que se aceptan, fomentan, producen y
reproducen (Casasus, 1992). Al respecto, Grusky y Ku (2008, p.20) señalan que los padres heredan a sus hij=
os de
toda una serie de ventajas o beneficios sociales que podían garantiz=
ar
su permanencia en una posición social, por lo que las costumbres y
prácticas sociales de la clase alta y la clase baja tienen
particularidades bien definidas y son “aceptadas” por los
colectivos sociales.
Casaus (1992) a través de un
análisis histórico, económico y geográfico da
cuenta del racismo y estratificación social como herencia y
tradición, además de que su estudio permite observar la
relevancia de los vínculos sociales en Guatemala a través del
linaje y el sistema oligárquico. La autora señala que el pode=
r no
necesariamente se encontraba en el plano económico, sino tambi&eacut=
e;n
en la historia, la posición social y si la familia representaba una
autoridad moral ante la sociedad. Además, señala que la
concepción de estereotipos indígenas ayudó a sustentar=
la
tesis de una estratificación macrosocial presente en las relaciones
cotidianas y que se ratifica a través de identidades culturales que =
dan
cuenta de su diferenciación con respecto de los demás e inclu=
so
su posición y actividad dentro de un marco de referencia
histórico, social y económico.
Los mecanismos y medios de producción d=
e la
desigualad social son formas estructurantes de la vida cotidiana e incluso
influyen en las relaciones uno a uno. Tal es el caso, del antropólogo
brasileño Da Matta (1997), que en su ensa=
yo
sobre la distinción entre individuo y persona, da cuenta del
carácter histórico y cultural que dibujan una serie de normas,
códigos y sentidos respecto de cómo comportarse y sobre todo,
cómo interactuar con los demás.
Da Matta (1997) analiza los matices de la
expresión “¿sabe usted con quién habla?”,
sugiriendo que cuando se utiliza esta frase se reproduce la desigualdad des=
de
un enfoque cultural. Por un lado, sirve para marcar distinción entre=
una
persona y otra; y por el otro, ubica o trata de ubicar a determinada person=
a en
un lugar o posición social inferior frente a quien hace la pregunta.
Simbólicamente, no solo hace la distinción o separació=
n,
sino que busca la diferenciación jerárquica. A través =
de
ejemplos de dramatización, el autor propone que este recurso se hace
presente cuando se suscitan momentos de tensión social –surge =
la
tensión cuando el de posición subordinada no sabe o acepta =
8220;su
lugar”, lo que hace necesario que se recurra a dicha expresión
cargada de connotaciones de descalificación, humillación e
intimidación y se podría decir que de violencia tambié=
n.
En síntesis, mecanismos de
dominación, de subordinación, de violencia y sus manifestacio=
nes
sutiles en el lenguaje, prácticas, normas y pautas de comportamientos
sociales hacen que se sigan produciendo y legitimando las desigualdades
sociales en cualquier plano de interacción social y cultural.
CONCLUSIONES
Las desigualdades sociales históricamen=
te
han existido y al parecer seguirán existiendo dado que es un esquema
social que ha permitido y seguirá permitiendo la dominación p=
or
parte de un sector reducido de la población sobre un gran núm=
ero
de personas. Sin embargo, los mecanismos por los cuales se genera la
desigualdad se han transformado de formas directas de dominación a
través del ejercicio del poder y la violencia, a formas sutiles casi
imperceptibles (simbólicas) que han sido aceptadas e incluso
reproducidas por gran parte de la población.
Los estudios de las variables estructurales o
funcionalistas son imprescindibles, como se mencionó, pero por s&iac=
ute;
solos resultan incompletos o insuficientes en la comprensión del
fenómeno. Por su parte, el aspecto relacional o micro visón ha
arrojado luz sobre nuevas implicaciones sociales de la desigualdad, sobre t=
odo
en la legitimización de éstas o las “desigualdades
justas”, las cuales crean mecanismos de reproducción con serias
implicaciones en los individuos, sobre su situación y la percepci&oa=
cute;n
que tiene sobre los otros.
Se considera necesario un esfuerzo integrativo=
en
el estudio del fenómeno de la desigualdad social, que constituya
aspectos estructurales y relacionales de las diferentes aristas de las
implicaciones que un sujeto, grupo o sociedad en condición de
desigualdad vive y experimenta. Los estudios con metodología mixta
pueden proveer de herramientas analíticas de la macroestructura (cla=
se,
raza, sexo, empleo) y los aspectos micro (lenguaje, recursos simbóli=
cos,
identidad), en un esfuerzo conjunto que puedan dar una comprensión
más holística y explicativa que doten de sentido y contexto a=
los
diversos análisis que se pretendan llevar a cabo. De esta manera, con un
análisis integral se puede aprehender mejor el vínculo de la
desigualdad social con otros mecanismos que separan aún más a=
la
población; por ejemplo, el racismo, el estigma, la exclusión
social, entre otros. Por un lado, la diferenciación se hace con un
esquema estratificado y por el otro, se presentan dinámicas que sepa=
ran
espacial y simbólicamente a los diferentes grupos sociales.
Finalmente, cabe señalar que desde la
academia se contribuye a la permanencia de las desigualdades sociales debid=
o a
que desde sus supuestos, modelos o teorías se le quita responsabilid=
ad
al Estado sobre las consecuencias negativas de sus políticas y model=
os
económicos, en los cuales se culpa al individuo por no esforzarse lo
suficiente para mejorar la calidad de vida propia y de su familia. En senti=
do
estricto, tales prácticas contribuyen a la generación de
violencia estructural, que es intrínseca al sistema social. As&iacut=
e;,
la propuesta o posible esquema de análisis sería abordar la
problemática de las desigualdades sociales desde sus mecanismos
estructurales/funcionales, identificar los elementos interconectados o
interrelacionados, en adición, con elementos interaccionales y
simbólicos que retroalimentan a la estructura. Se necesita de un
análisis molar para comprender las interacciones y los mecanismos
subyacentes que hacen de la desigualdad social algo inmutable.
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