MIME-Version: 1.0 Content-Type: multipart/related; boundary="----=_NextPart_01DB1E1F.FBCF5510" Este documento es una página web de un solo archivo, también conocido como "archivo de almacenamiento web". Si está viendo este mensaje, su explorador o editor no admite archivos de almacenamiento web. Descargue un explorador que admita este tipo de archivos. ------=_NextPart_01DB1E1F.FBCF5510 Content-Location: file:///C:/8EA24A21/1080_LunaGaona.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="us-ascii"
DOI: https://doi.org/10.56712/latam.v5i5.2796
Reflexión histórica sobre la expropiación de
tiempo hasta la era moderna
A historical
reflection on the expropriation of time up to the modern era
Zulma Gabriela Luna Gaona
zul.lu0na@gmail=
.com
https://orcid.org/0000-0002-7833-9229
Universidad Autónoma del Estado =
de
Hidalgo
Pachuca, Hidalgo – México
Artículo recibido:&nbs=
p;
30 de septiembre de =
2024. Aceptado para publicación: 14 de octubre de =
2024.
Conflictos de Interé=
s:
Ninguno que declarar.
Resumen
La
evolución del capitalismo, se debió en gran medida al control=
y disciplinamiento del tiempo y en consecuencia a la co=
ndena
del ocio. Este artículo explora cómo a través de la
historia se da la imposición de un tiempo a la orden del capitalismo=
y
como durante la transición hacia la economía industrial se
alteró la gestión del tiempo en las economías
preindustriales, que solían basarse en ciclos naturales. A partir de
esto, analiza cómo la ética capitalista se impuso lenta y
violentamente, y el ritmo del trabajo se organizó separando el ocio =
de
la producción, impactando particularmente a las mujeres, reduciendo =
las
posibilidades de desarrollar el potencial humano por fuera de los intereses
económicos. Además, plantea un análisis sobre la
división entre trabajo reproductivo y productivo como una base de la
expansión capitalista, profundizando las desigualdades. La
reflexión histórica conduce el análisis a travé=
s de
las estrategias planteadas por Taylor, pasando por Ford y finalmente por el
toyotismo con la flexibilización del trabajo desde la óptica =
del
contexto mexicano, el cual revela que, pese a la promesa de la
flexibilización laboral, el tiempo sigue siendo una mercancía=
en
un sistema que obstaculiza el equilibrio entre producción y reproduc=
ción,
limitando el tiempo para el desarrollo humano.
Palabras clave: tiempo, trabajo, capitalismo, potencial
humano, desarrollo, producción, reproducción
Abstract
The evolution of capitalism was largely driven by the control and
discipline of time, and consequently, the condemnation of leisure. This art=
icle
explores how, throughout history, time was imposed under the demands of
capitalism and how, during the transition to an industrial economy, the
management of time in pre-industrial economies—which were typically b=
ased
on natural cycles—was altered. It further analyzes how capitalist eth=
ics
were slowly and violently imposed, organizing the work rhythm by separating
leisure from production, particularly impacting women and reducing the
possibilities of developing human potential outside economic interests.
Additionally, it offers an analysis of the division between reproductive and
productive labor as a foundation of capitalist expansion, deepening
inequalities. The historical reflection leads the analysis through the stra=
tegies
proposed by Taylor, moving through Fordism and finally to Toyotism,
with the flexibilization of labor from the perspective of the Mexican conte=
xt,
revealing that, despite the promise of labor flexibility, time continues to=
be
commodified in a system that hinders the balance between production and
reproduction, thus limiting the time for human development
Keywords: time, work,
capitalism, human potential, development, production, reproduction
Todo el contenido de =
;LATAM
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades, publicado en es=
te
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Cómo citar: Luna <=
span
class=3DGramE>Gaona , Z. G. (2024). Reflexión histórica
sobre la expropiación de tiempo hasta la era moderna. LATAM Revista Latinoamericana de Cienc=
ias
Sociales y Humanidades 5 (5), 2513 – 2532. https://doi.org/10.56712/<=
span
class=3DSpellE>latam.v5i5.2796
INTRODUCCIÓN
Existe una sensación generalizada de qu=
e el
tiempo se despliega con más intensidad sobre las actividades dedicad=
as a
la producción y reproducción del valor; es decir, aquellas que
nos permiten, bajo la realidad específica que vivimos, el mantenimie=
nto
de nuestra existencia. Pareciera que el tiempo se fragmenta entre uno dedic=
ado
al trabajo y otro para el “no-trabajo", y además se perci=
be
que aquel (tiempo-trabajo) es cada vez más demandante.
Esta percepción no es una intuici&oacut=
e;n
aislada y, mucho menos, una distorsión perezosa de nuestra subjetivi=
dad
moderna sobre las actividades que ocupan las horas del día a d&iacut=
e;a;
sino que expresa una realidad tangible de la imposibilidad de desarrollar
nuestras potencialidades creativas, sociales, emocionales, psíquicas,
etc., situación que se intensifica a través de las constantes
crisis del capitalismo.
Ejemplo de ello es que en México las
personas trabajan un promedio de 2,137 horas al año, tomando
únicamente en cuenta el trabajo productivo ya que este indicador se =
crea
con el promedio de personas empleadas durante el año de estudio. Esta
cifra está muy por encima de las horas anuales que trabaja una perso=
na
en un país considerado con “altos índices de desarrollo
económico” (OECD, 2019), por ejemp=
lo, a
partir de los mismos datos, en el mismo periodo de tiempo, podemos observar=
a
Dinamarca, cuya población trabaja en promedio 1,380 horas al a&ntild=
e;o.
Estos datos no reflejan la eficiencia del trabajo realizado, sin embargo, n=
o se
puede descartar el hecho de que dicha cantidad de horas trabajadas no es pr=
oporcional
en términos de productividad.
En las sociedades capitalistas el trabajo, no =
solo
como formato económico sino como forma de relacionarnos, se hace
manifiesto en cada aspecto de nuestra vida y en ese sentido se ha de entend=
er
que todos estamos inmersos en el proceso de pérdida del tiempo para =
el
desarrollo del potencial humano. Esto quiere decir que el ideal, desde un p=
unto
de vista de un mundo emancipado, no es “alcanzar” a igualar la
manera en que países como Dinamarca administran el tiempo, porque eso
siempre implicará que otras economías, culturas y sociedades
continúen con el mismo ritmo de trabajo para cumplir con la cuota de
producción del valor necesaria para el capital, sobre todo ahora que=
el
sector de la población que realmente produce valor a nivel global se=
ha
reducido (Durand, 2017).
Por lo tanto, es esencial reconocer la importa=
ncia
de la transformación de las dinámicas globales de
producción que perpetúan la desigualdad y en consecuencia imp=
iden
el desarrollo del potencial humano. Ahora bien, si entendemos la racionalid=
ad
como la intención de llegar de un punto a otro en el menor nú=
mero
de pasos posibles; considerando todos los posibles obstáculos que se
podrían presentar (Weber, 2015). Esas consideraciones, dirigidas a
cumplir determinado fin, tienen un principio de eficiencia; lo cual toma en
cuenta, no solo los movimientos de los individuos dentro de un espacio, sino
que esos movimientos sucedan en una temporalidad que ha de comprimirse lo
más posible (Coriat, 1998).
La acción racional con arreglo a fines,=
que
ha estudiado Weber es el tipo de acción hegemónica que se da a
través de la forma “trabajo”. Es claro que esa acci&oacu=
te;n
tiene implicaciones sobre nuestro tiempo, y sobre qué priorizamos pa=
ra “aprovechar”
dicho tiempo, siendo que los objetivos o los fines civilizatorios est&aacut=
e;n
dados por la acumulación del capital. Siendo ese el caso, mi
reflexión se basa en el rastreo histórico de la
instalación de lógicas productivas que condujeron finalmente a
que un sector específico de la sociedad estuviera más propens=
o a
ver disminuido su tiempo para el desarrollo del potencial humano, en este
contexto de racionalidad instrumental. En este sentido, vale la pena precis=
ar
que el concepto de potencial humano que se aborda en este artículo h=
ace referencia
a la posibilidad de desarrollar habilidades, relaciones y conocimientos que
están por fuera de la loǵica
capitalista o utilidad económica, implicando un equilibrio entre las
dimensiones, físicas, psicológicas, social y emocional. Este
razonamiento lo desarrollo de manera más amplia y concreta en el
proyecto de investigación sociodemográfico
“Población con Menor y Mayor Disponibilidad de un Tiempo con
Probabilidad de Ser Exclusivo Para el Desarrollo Del Potencial Humano, el C=
aso
de México 2019”.
El tiempo adquiere formas sociales
específicas según sea la cosmogonía de las personas qu=
e lo
transitan, tanto en lo individual como en lo colectivo; según la
posición política, económica o geográfica de una
sociedad; de sus motivos culturales y sus formas de socialización
particulares. Cada sociedad constituye un espacio y un tiempo con
múltiples particularidades y no es, por decirlo de alguna manera,
“objetivo"; por más que nos parezca una realidad universa=
l y,
hasta cierto punto, transhistórica (Kurz,
2010). Muy al contrario, el tiempo es una manifestación clara de la
época en que vivimos; y así la modernidad, como proyecto
civilizatorio del capitalismo, ha conseguido configurar un tiempo que le es
“adecuado” a los procesos de producción y
reproducción del valor.
Así mismo, quisiera señalar que =
la
crítica a la que conduce esta reflexión se enmarca en el
entendimiento de un tiempo capitalista. Esto quiere decir que el tiempo, y =
las
actividades que transcurren en él, se dan alrededor y por la l&oacut=
e;gica
del trabajo. A lo que quiero llegar es al reconocimiento de que el capitali=
smo
no es posible sino por la racionalización y control que se ha dado
históricamente sobre el tiempo, por lo que se considera aprovecharlo
como un recurso económico, pues al fin el valor, producido por el
trabajo abstracto, es también una medida de tiempo.
Con esta premisa se puede reflexionar sobre la
transformación que va sufriendo históricamente el tiempo como=
una
dimensión que estructura la vida individual y social. Por lo tanto,
quisiera explorar de qué manera el tiempo se reconstruye paralelamen=
te
al desarrollo del modo de producción capitalista, desde el
“desencantamiento del mundo” (Weber), a la lógica de la
fábrica, con una aún más marcada división del
trabajo sexual, a la fragmentación del tiempo en un tiempo productiv=
o,
uno reproductivo y uno improductivo, hasta los tiempos del capital ficticio=
y
del acelerado consumo de mercancías que vivimos. Busco distinguir
cómo este proceso es fuente de un largo recorrido histórico d=
e luchas
y tensiones en defensa del derecho a la creación y recreación=
, y
también de algo tan esencialmente humano como la pereza (Lafargue, 1977). En definitiva, esta revisión =
aborda
desde diferentes momentos históricos, cómo la imposició=
;n
capitalista sobre el tiempo ha influido y moldeado las posibilidades del
desarrollo humano y su potencial.
DESARROLLO
La evolución del capitalismo es un proc=
eso
largo, por lo que el disciplinamiento y
fragmentación del tiempo tampoco se ha conseguido de la noche a la
mañana. Sobre todo, no es un trayecto que se da de manera
pacífica, sino que se instituye coercitivamente hasta llegar a una f=
ase
de interiorización que resulta aún más violenta (Feder=
ici,
2022), con mecanismos de poder más finos y sistemáticos
(Foucault, 2009). Considero necesario conocer cómo se consumí=
a la
vida en un periodo en el que la manera de producir nuestros medios de
existencia era más o menos autónoma y artesanal (sin idealizar
las sociedades preindustriales); y como se vive hoy, pues esto sin duda
determina en gran medida como experimentamos e imaginamos el tiempo.
El tiempo en la=
era
preindustrial y la división sexual del trabajo
Previo a la revolución industrial, y al
establecimiento de un periodo plenamente capitalista, las personas se
organizaban bajo una temporalidad que se guiaba principalmente por los cicl=
os
de la naturaleza, de las cosechas o de eventos dictados por un calendario
religioso (Conelly, 2022). Estos tiempos son si=
n duda
más lentos, ya que el tiempo no estaba asociado al aprovechamiento
“eficiente” de la producción de mercancías, sino
sujeto a ciclos sociales que se vinculan estrechamente con los ritmos de la
naturaleza.
Es importante reconocer que el proceso de
aceleración del tiempo debe entenderse tanto en su dimensión
material, es decir, del despojo que sufre el grueso de la población =
de
los medios de producción, tanto en la constitución de un ethos
específico que permite el proceso de asimilación de los
mecanismos de acumulación. En este sentido la obra de Max Weber deja=
ver
este último fenómeno a través de la conformació=
n de
un “espíritu del capitalismo”, en donde se establecen nu=
evos
códigos de “virtud'' basados en el ascetismo que, según
Weber, aparece con la ética protestante.
Para este autor, hay entonces una cualidad
fundamental que permite la transición de un modo de hacer (modo de
producción), que resultará en un modo de sentir y pensar (el
capitalismo como un sistema social, cultural y simbólico), que a su =
vez
nos permite hablar de un tiempo particular. No me parece extraño
entonces que, cuando Weber comienza el segundo capítulo de “La
ética protestante y el espíritu del capitalismo” y
señale las máximas de Benjamin
Franklin, que según el autor dan cuenta de la plena
interiorización del capitalismo como ethos, justamente la primera
máxima muestre la dimensión del tiempo en su condición
mercantil:
“Considera que el tiempo es d=
inero.
Aquel a quien le está dado ganar diez chelines por día con su
trabajo y se dedica a pasear la mitad del tiempo, o a estar ocioso en su
morada, aunque destine tan solo seis peniques para sus esparcimientos, no d=
ebe
calcular sólo esto, sino que, realmente, son cinco chelines má=
;s
los que ha gastado, o mejor, ha derrochado” (Franklin en Weber, 2005,=
P.20).
En esta máxima se observa la metamorfos=
is
del tiempo de algo que se transita a algo que se puede poseer y por lo tanto
perder o “derrochar”. Antes de continuar, es fundamental identi=
ficar
que la constitución de una forma capitalista de relacionarnos, con s=
us
procesos de despojo, acumulación y su constitución de una
ética particular, son fases que toda sociedad ha vivido y vive con la
expansión de la “sociedad del trabajo” (Kurz, 2010); sin
embargo, en cada sociedad y cultura se experimenta de manera diferente. Para
homogeneizar el tiempo global es necesario también un proceso de
disociación del tiempo, que sintetice el tiempo de trabajo y que lo
coordine con otras actividades, así todas las personas que intervien=
en
en el ciclo de producción y venta de un producto, como obreros y
obreras, transportistas, atención al cliente etc. están sujet=
os a
un mismo ritmo, es decir, descansan al mismo tiempo y trabajan al mismo tie=
mpo.
En el periodo premoderno no existe una división entre tiempo de trab=
ajo
y tiempo libre, sino que ocio y “hacer” se intercalan seg&uacut=
e;n
sea necesario, al respecto señala Kurz:
El concepto antiguo y medieval de ocio no debe
confundirse con el concepto moderno de ocio. Porque el ocio no era un resto=
de
la vida separado del proceso de actividad con fines de lucro, sino que esta=
ba
presente, por así decirlo, en los poros y nichos de la actividad
productiva misma. Mientras el espacio-tiempo capitalista abstracto aú=
;n
no había dividido el tiempo de la vida, el ritmo de tensión y
relajación, de producción y ocio, discurre dentro del espacio=
de
un proceso vital global. Con una identidad de producción, vida perso=
nal
y cultura, lo que formalmente nos puede parecer una jornada laboral de doce
horas no significaba en absoluto 12 horas de actividad tensa bajo el contro=
l de
un poder económico objetivado. Más bien, este período =
de
producción estuvo permeado por momentos de ocio; por ejemplo,
había pausas largas, especialmente pausas para almorzar de una hora =
con
una comida agradable, una costumbre que duró más en los
países del Mediterráneo y del sur que en los del norte, hasta=
que
la industrialización capitalista dio paso al ritmo del flujo abstrac=
to
del tiempo (Kurz, 2001).
Ese tiempo dicotómico es insignia de las
sociedades capitalistas, proceso de dicotomizaci&oacut=
e;n
que se encuentra con resistencias, y para nada es un proceso homogén=
eo y
pacífico, por el contrario, adquiere rasgos particulares segú=
n la
sociedad en la que se ha dado y resistencias también particulares. P=
or
lo tanto, el tiempo para un alemán no es el mismo que para un mexica=
no, que para un japonés, y las licencias que una pe=
rsona
se da sobre ese tiempo, y por lo tanto sobre el trabajo, también son
diferentes.
Caza de brujas =
para
un nuevo orden: la disociación del valor como división sexual=
del
tiempo
Al continuar con el recorrido histórico
hacia la conformación de este tiempo acelerado que, invariablemente,
acortará el tiempo dedicado a la recreación y al ocio. Entonc=
es,
existe un paralelismo importante con la Reforma protestante del siglo XVI y=
con
la persecución de la iglesia católica de los
“herejes” a través de la inquisición, y
después (y simultáneamente), con lo que sería conocido
como la caza de brujas (Federici, 2004).
Hago esta asociación pues la caza de br=
ujas
es, como indica Silvia Federici, uno de los actos concretos y simból=
icos
más importantes de la imposición de la modernidad y de la
disciplina del trabajo; y por tanto de la violencia con la que se ha de imp=
oner
una temporalidad distinta a la de los ciclos de la naturaleza. Fenóm=
eno,
a decir la caza de brujas, que se dará con la misma intencionalidad,=
en
México y otras regiones de latinoamérica=
como colonias españolas (Federici, 2004, 270), y que da cuenta de la=
imposición,
no sólo de una nueva fé religiosa=
, sino
también, y por más que parezca contradictorio, llevará=
la
semilla de un régimen cultural de modernidad.
Quiero señalar que la imposición=
de
este nuevo ethos está situado en varios
fenómenos que conviven y que necesariamente se corresponden. As&iacu=
te;,
siguiendo la tesis de Roswhita Scholz,
la imposición de la forma del trabajo implica paralelamente una
disociación del valor; es decir, para que exista el trabajo como
relación social, debe existir un valor disociado en donde se concent=
ren
las cualidades y haceres que corresponden a la reproducción, las cua=
les
se proyectan particularmente en las mujeres, lo que las vuelve símbo=
lo
de aquello que la modernidad habría de censurar, pero de lo que no h=
a de
prescindir. Dicho proceso debe leerse de manera dialéctica con la
constitución de la “sociedad del trabajo”, y por tanto c=
on
la transición de un tiempo no racionalizado bajo la lógica del
valor a otro que sí lo está.
=
En
este punto se debe considerar la persecución de las brujas como un
rechazo a la magia, a la sensualidad y la sexualidad, y a los ritmos de la
naturaleza, como algo contrario a la razón y al ascetismo que buscaba
imponerse como la única forma en que alguien “virtuoso” =
podía
actuar; esto a su vez implica ver la fiesta y el ocio como una
“pérdida de tiempo”. Engendrar en la gente una ét=
ica
del trabajo exige una contención del cuerpo y la mente en un espacio=
y
tiempo único, es decir, al desaparecer la idea de la posibilidad de =
la
magia, se pierde del imaginario la creencia de que existe la capacidad de
disociar la materia y el alma, lo que puede traducirse en que el trabajo es=
el
único medio para adquirir lo que necesitas y quieres en la vida. Al
respecto Federici explica:
Por otra parte, la magia se apoyaba en una
concepción cualitativa del espacio y del tiempo que impedía la
normalización del proceso de trabajo ¿Cómo podí=
an
los nuevos empresarios imponer hábitos repetitivos a un proletariado
anclado en la creencia de que hay días de suerte y días sin
suerte, es decir, días en los que uno puede viajar y otros en los que
uno no debe moverse de su casa, días buenos para casarse y otros en =
los
que cualquier iniciativa debe ser prudentemente evitada? Una concepci&oacut=
e;n
del cosmos que atribuía poderes especiales al individuo —la mi=
rada
magnética, el poder de volverse invisible, de abandonar el cuerpo, de
encadenar la voluntad de otros por medio de encantos mágicos— =
era
igualmente incompatible con la disciplina del trabajo capitalista (Federici,
2004, pp. 196-197)
Ciertamente se lee que la magia va en contra de
esta nueva moralidad que bien representaba La Reforma, en donde la
salvación ha de lograrse individualmente a través del trabajo
(Weber, 2015, p.52). Y justamente con esta
ética del trabajo se viene abajo el goce del cuerpo, las fiestas, las
bacanales y los aquelarres como actos heréticos que eran contrarias =
a la
disciplina del trabajo, y así se sometía el tiempo de
recreación a un movimiento clandestino e inmoral. Todos estos proces=
os fueron
preparando a la que sería la mano de obra de la sociedad industrial =
del
siglo XVIII.
Este camino no estuvo libre de obstácul=
os,
por supuesto la población estaba orientada a los
“quehaceres” (Federici, 2004), es decir, las personas se
enfrentaban a la realización de actividades según la necesida=
d se
presentaba, y no a ritmos estrictos dictados por la hora que el reloj de
bolsillo del patrón indicaba. En estas sociedades a medio camino de =
una
y otra sociedad, durante el periodo entre el 1700 y 1800, las personas ten&=
iacute;an
hábitos productivos irregulares, y dedicaban su tiempo a
múltiples oficios que les hacía su tiempo un poco más
autónomo. Aquellos asalariados del contexto rural no sólo
acudían al taller, sino que ordeñaban sus vacas, cuidaban su
rebaño, hacían trabajos de carpintería, herrerí=
a o
labranza. Por lo tanto, toda esta transición hacia un tiempo industr=
ial
tuvo que insistir en la regularidad de los patrones de comportamiento de la
población, los cuales están profundamente imbricados con los =
tiempos
de fiesta, con la magia, la superstición, etc. Esta asistencia regul=
ar
al taller y a horarios homogéneos tarda por lo menos un siglo en
asimilarse, aún dentro de la que fue llamada la era industrial.
Hay que mencionar que, desde una lectura
histórica, política, sociológica, filosófica, e=
tc.,
existe una insistencia por dar centralidad al trabajo y a quienes lo realiz=
an,
dejando en la tangente el análisis del “trabajo”
reproductivo y por tanto a quienes lo realizan; y el caso del estudio del
tiempo no es una excepción. Por esta razón hay que tener pres=
ente
que esta población que es arrojada a la fábrica se identifica
principalmente con los varones, aunque no exclusivamente; y es preciso reco=
rdar
cómo afecta a las mujeres esta redefinición del tiempo. Claro=
, no
quiere decir que las mujeres no se encontraran inmersas también en
trabajos de tipo fabril, porque sin duda lo estaban y en condiciones m&aacu=
te;s
desfavorables, sino que hay recordar que, a finales del siglo XVII, encima,=
o
más bien por debajo de ese arrojo de población a las
fábricas, es necesario que la mujeres sufrieran de manera
particularmente complicada ese abandono de la economía familiar que =
se
daba en las granjas puesto que, en este mundo conforme al trabajo, a las
mujeres no se les permitió trabajar “libremente” y se les
impone el “trabajo” reproductivo como principal ocupació=
n,
aún sin ser éste valorado (Federici, 2004, pp.142-143).
No se asume que las relaciones fueran ideales =
en
estos modelos previos de distribución de las tareas dentro de las
granjas, pero sí es verdad que la mujer tenía actividades
más diversas, como señala Federici los trabajos del medioevo =
iban
desde carniceras, cirujanas, cerveceras, parteras, etc.
En un mundo en donde el obrero hubiera tenido =
que
procurarse mantener las condiciones de su propia reproducción el tie=
mpo
no habría sido suficiente para sostener la acumulación que
necesita el desarrollo capitalista. En este periodo, el “trabajo̶=
1;
reproductivo se establece como típicamente femenino, lo que no evit&=
oacute;
que las mujeres realizarán trabajo productivo de manera más o
menos periférica, lo que claramente influye profundamente en el tiem=
po
que las mujeres pueden dedicar o no a otras actividades de recreació=
n y
ocio, y que se refleja de alguna manera hasta la actualidad.
Un ejemplo de esta diferencia entre los tiempo=
s y
actividades femeninas y masculinas lo recuerda E. P. Thompson sobre la
costumbre de San Lunes, esta festividad que claramente se contraponí=
a a
los dictámenes de la disciplina del trabajo que se trataba de impone=
r a
los obreros y las obreras inglesas (San lunes tiene también diferent=
es
expresiones en latinoamérica). Y no solo
diferencia respecto a los tiempos y las actividades, sino en la actitud fre=
nte
a estos descansos. Los “nuevos” obreros, aún
escépticos al tiempo administrado del capital, se iban a celebrar ca=
da
lunes haciendo una extensión a su fin de semana y retrasando la
producción por uno o dos días, lo cual era en alguna medida un
acto de resistencia. Sin embargo, no ha de ser tan beneficiosa para las muj=
eres
quienes, en ausencia de los hombres que habían celebrado dicha fiest=
a y
que podían tener una breve victoria sobre el tiempo, se veían
llamadas el día lunes a realizar en el taller las preparaciones
necesarias para el trabajo que se realizaría el martes, o el
miércoles tomando en cuenta que en ocasiones el martes era tomado co=
mo
recuperación del dicho San Lunes. Este trabajo, al que también
eran sometidos los niños y las niñas, consistía sobre =
todo
en el mantenimiento y preparación de los medios de producción,
las máquinas, y además era peor pagado (Thompson, 2019: 422).=
Como se puede observar la lucha por el tiempo =
se
expresa de manera diferente según el sexo; incluso podríamos
señalar que, debido a la caza de brujas y el sometimiento material y
simbólico que éste representó, las mujeres fueron
disciplinadas a la lógica del trabajo antes que los hombres. De hech=
o,
con un alto grado de injusticia, pues los haceres domésticos se
extienden mucho más en el tiempo, los hijos y las hijas no se dejan =
de
cuidar al sonar la campana del fin de la jornada laboral, y en ese tiempo
difícilmente una mujer soltera podía procurarse su propia
existencia, ya sea porque no se le permitía trabajar o porque su sue=
ldo
era insuficiente.
Lo que quiero decir es que esta transici&oacut=
e;n,
de una economía basada en la granja familiar a una en el trabajo del
taller, tiene invariablemente repercusiones en el hacer reproductivo; es de=
cir,
en la granja era más o menos uno solo el tiempo dedicado a la
producción y a la reproducción de la vida, mientras que en el=
nuevo
orden del trabajo se da una clasificación más estricta entre =
las
actividades productivas y las reproductivas, se clasifican aquellas
típicas de las mujeres y aquellas típicas de los hombres, sie=
ndo
las de éstos las que han de ser valoradas por ser las que generan el
plusvalor que ha de ser expropiado (proceso de que tampoco están exe=
ntas
las mujeres). Hay que tener presente estos dos momentos para hablar de
cómo se da la vida en las grandes nuevas ciudades y como el tiempo se
fragmenta de manera distinta para cada actor social.
Vigilancia del
trabajo
También hay que identificar cómo=
se
da en este periodo protoindustrial el disciplinamiento del tiempo particularmente para el c=
aso de
los hombres, siendo que para las mujeres se manifiesta en forma de la caza =
de
brujas. En el caso de los hombres el perseguido no fue el brujo, sino el
mendigo o vagabundo, lo que se puede interpretar como la persecución=
de
la pereza. Con este nuevo discurso liberal y protestante se viene propagand=
o la
idea de que el peor mal es la ociosidad y que, por el contrario, el virtuos=
o es
siempre el más laborioso. De nuevo no consideremos que las mujeres no
pasan por este proceso, solo que lo pasan de manera distinta, o en menor me=
dida
bajo la lógica del vagabundo, quizá para ellas el camino del
desarrollo capitalista las arroja más hacia la prostitución, =
que
es una de las formas de trabajo en las que el cuerpo adquiere más
brutalmente la forma de mercancía.
La lucha que se enfrentó contra la
“holgazanería” no fue solamente una imposición
externa, sino un esfuerzo de interiorizar los valores del aprovechamiento d=
el
tiempo. La manera de cubrir el tiempo de trabajo necesario para dar impulso=
al
naciente capitalismo y además acelerar el proceso de
interiorización del valor del trabajo en la población era, no
solo vigilar la pereza sino castigarla, y no con cualquier tipo de castigo,
sino con aquellos que ensalzan la virtud del trabajo. Es decir, la
intención era tanto disciplinar al trabajo como aprovechar toda la m=
ano
de obra disponible, y estando cautiva cuanto mayor plusvalor se podía
obtener. Foucault hace una revisión de este proceso que deja bastante
claro la necesidad de imponer por la fuerza un nuevo modelo de vida, no solo
económico sino moral. Foucault da el ejemplo de algunas penitenciari=
as
francesas maquinadas a mediados del siglo XVIII que dan muestra de esta
criminalización del ocio como el peor de los vicios:
Se aduce la razón de que la ociosidad e=
s la
causa general de la mayoría de los delitos (...) De ahí, la i=
dea
de una casa que garantizase en cierto modo la pedagogía universal del
trabajo para aquellos que se muestran refractarios al mismo. Esta
pedagogía tan útil reconstituirá en el individuo
perezoso la afición al trabajo, lo obligará a colocarse =
en
un sistema de intereses en el que el trabajo será más ventajo=
so
que la pereza, y formará en torno suyo una pequeña sociedad
reducida, simplificada y coercitiva en la que aparecerá claramente la
máxima: quien quiera vivir debe trabajar. Obligación del
trabajo, pero también retribución que permita al preso
mejorar su suerte durante el periodo de detención y después de
él. "El hombre que no encuentra su subsistencia tiene absolutam=
ente
que ceder al deseo de procurársela por el trabajo; se le ofrece por =
el
buen orden y la disciplina; se le fuerza en cierto modo a plegarse a ellos;=
el
señuelo de la ganancia le anima después; corregidas sus
costumbres, habituado a trabajar, alimentado sin inquietud, con algunas
ganancias que guarda para su salida", ha aprendido un oficio "que=
le
garantiza una subsistencia sin peligro" (Foucault, 2009, P. 113-1=
14)
Como se puede observar el castigo por la
“pérdida del tiempo”, que en otras palabras es cualquier
actividad que no genera, reproduce o permite la circulación del
plusvalor, debía estar acorde con esa misma falta. La reclusió=
;n
es una de las formas más dramáticas en que la disciplina del
trabajo, y por tanto del tiempo, se impone sobre una población que
recién está aprendiendo a sacrificar sus espacios de goce y de
relaciones por la lógica del tiempo del valor; es un castigo carnal =
con
el propósito de la asimilación subjetiva de un nuevo orden
social. Así se entiende en el siguiente párrafo que recupera
Foucault del Código de instrucción criminal de 1808 del siste=
ma
penal francés:
Tratemos de cerrar todas esas fuentes de
corrupción; que las reglas de una moral sana se practiquen en las ca=
sas
de reclusión; que obligados los reclusos a un trabajo que
acabarán por amar, cuando recojan su fruto, contraigan en aqué=
;llas
el hábito, el gusto y la necesidad de la ocupación; que se den
respectivamente el ejemplo de una vida laboriosa, que pronto llegará=
a
ser una vida pura; pronto comenzarán a lamentar el pasado, prim=
er
precursor del amor a los deberes.(p.236)
De esta cita se interpreta que la persecuci&oa=
cute;n
a la pereza tiene su justificación en la purificación de lo q=
ue
había sido corrompido por la ociosidad, lo que significa que el trab=
ajo
como castigo sirve como expiación, una justificación pr&oacut=
e;xima
a la religión que ahora estaba siendo impuesta desde un programa
estatal. Hay que decir que estas medidas ya se pueden observar siglos antes=
de
la instauración de las instituciones que estudia Foucault en el pasa=
je
anterior, y antes de que se sistematice en forma de “casas de reclusi=
ón”
(Foucault, 214), ya existían cuotas, sanciones y demás formas=
de
reparar el crimen de la holgazanería.
=
Estos
elementos son sin duda mecanismos que se desenvuelven en dos dimensiones, no
sólo en el castigo físico sino en la construcción de u=
n habitus que dialécticamente permite una
aceptación cada vez más “ligera” de los tiempos d=
el
capital, ligeros hasta el punto de materializarse en un elemento tan sutil =
como
el reloj de pulsera.
La industria y =
el
tiempo de la ciudad
Como se puede observar ese periodo de
persecución y disciplinamiento del tiemp=
o para
el trabajo lleva varios siglos, desde el XVIII hasta bien entrado el XIX, en
los cuales se pierde una gran cantidad de saberes que tenían que ver
también con un transcurso del día más autónomo.=
Mi
principal interés es conocer las diferencias en la administraci&oacu=
te;n
del tiempo, para lo cual habrá sin duda múltiples ejemplos en=
la
era preindustrial; sin embargo, tras señalar La Reforma protestante =
y la
caza de brujas, es necesario hablar de cómo cambia el tiempo al pasa=
r de
un trabajo artesanal, organizado en gremios, a el modelo de fábrica
típico de las ciudades que surgen con la Revolución Industria=
l.
Lo primero que hay que entender para encontrar=
el
vínculo entre la forma de organización de los medios de vida =
y su
aprovechamiento, es asumir que el valor que damos a un producto se mide a
partir del tiempo socialmente necesario que se invierte en producirlo (Marx,
2008). He ahí una de las consideraciones fundamentales para transita=
r de
una sociedad precapitalista, a una capitalista.
Si pensamos en la Revolución Industrial=
, la
lógica más simple diría que con el desarrollo
tecnológico se vendrían a disminuir las horas de trabajo; sin=
embargo ese tiempo “ganado” se ocupa ahora=
con
más trabajo. Ciertamente este desarrollo tecnológico no se
motivó con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas, sin=
o de
aumentar la productividad y acelerar los tiempos de producción, lo q=
ue
implica necesariamente un cambio espacial y temporal que mejoren la
circulación de mercancías.
Bien señala Hobsbawm que la
Revolución Industrial no se trató precisamente de un adelanto
intelectual o político (dicho carácter ideológico
necesario para el desarrollo del capitalismo se llevaría a cabo sobre
todo con la Revolución Francesa), ni siquiera se trataría de
grandes adelantos tecnológicos, sino de mecanismos para la prontitud=
que
quería darse a la producción, los cuales no eran realmente
complejos. La gran transformación se da en la forma en que se organi=
za
el trabajo y los objetivos civilizatorios que se plantean como
“modernos”, es decir, un mayor usufructo de la fuerza de trabaj=
o,
lo que favoreció el surgimiento de ciudades como forma típica=
de
la modernidad.
(...) eran necesarios pocos refinamientos
intelectuales para hacer la Revolución industrial. Sus inventos
técnicos fueron sumamente modestos, y en ningún sentido super=
aron
a los experimentos de los artesanos inteligentes en sus tareas, o las
capacidades constructivas de los carpinteros, constructores de molinos y
cerrajeros: la lanzadera volante, la máquina para hilar, el huso
mecánico. Hasta su máquina más científica ̵=
2;la
giratoria de vapor de James Watt (1784)— no requirió más
conocimientos físicos de los asequibles en la mayor parte del siglo
—la verdadera teoría de las máquinas de vapor só=
lo
se desarrollaría ex post facto por el francés Camot
en 1820— y serían necesarias varias generaciones para su
utilización práctica, sobre todo en las minas (Hobsbawm, 1987=
, p.36).
Lo que se sugiere, de acuerdo con la cita
anterior, es que el desarrollo tecnológico y los nuevos formatos en =
la
organización del trabajo son resultado y no causa del desarrollo
capitalista, es decir, para que el avance técnico fuera dado de esa
manera era necesario la previa existencia de un ethos capitalista (Weber, 2=
015),
orígenes de ese proceso que ya se han señalado en el apartado
anterior. Esto mismo sucede con el tiempo y el espacio, es decir,
necesariamente se da una dialéctica entre el desarrollo del proceso =
de
acumulación y el cambio espacio-temporal, sin embargo, para finales =
del
siglo XVIII parece existir cierta prevalencia de la hegemonía del va=
lor
sobre la materialización de un mundo moderno. Y es por esta raz&oacu=
te;n
que la tecnología no está en razón del bienestar human=
o,
social y/o ambiental. Es más, aquellos sectores de la producci&oacut=
e;n
en donde la técnica se “mejoró” primero, fue
también donde primero se sometió a las y los obreros a peores
condiciones laborales, y por lo tanto a una mayor pérdida del tiempo=
de
vida.
El surgimiento y desarrollo de las ciudades va=
a
permitir que se materialice a gran escala ese distintivo tiempo del taller =
y la
fábrica. Las ciudades modernas surgen como una intención de
administrar un espacio en función de que los tiempos de rotaci&oacut=
e;n
de las etapas de la acumulación capitalista se contraigan, por lo qu=
e no
es extraño que dicha organización se dé en el marco de=
la
Revolución Industrial. Es importante reconocer que dicho cambio en el
espacio no se produce sobre un lienzo en blanco, sino a través de lo=
que
los liberales consideraban los vestigios del pasado.
Recapitulando, para 1789, añ=
o de
la Revolución Francesa, tenemos una gran masa de población qu=
e es
en su mayoría rural, siendo Londres con aproximadamente un mill&oacu=
te;n
de habitantes, la ciudad más grande del mundo (Hobsbawm). Para el si=
glo
XVIII continuaba esta adaptación a los nuevos ritmos de vida, y much=
as
de las fábricas comenzaron en provincias que no entraban ni en la
categoría de campo ni de ciudad, como es el caso de las fábri=
cas
textiles de Lancashire que tienen gran protagonismo en el desarrollo
industrial.
Siendo ese el contexto, los pobladores y los
nuevos y nuevas obreras no se habían hecho por completo al modo del
espíritu capitalista, y sus tiempos tienen, como se ha dicho en la
primera parte de este capítulo, un sincretismo con la religiosidad, =
la
vida en común y muchas otras tradiciones; algo que hasta nuestros
días es más o menos evidente y vigente según la
región que se considere, tomando en cuenta que la historia del capit=
al
es diferente para cada cultura.
En fin, partiendo de la historia europea, este=
es
el periodo y el espacio donde se da plenamente un enfrentamiento, cara a ca=
ra,
entre la economía de mercado y las formas tradicionales a trav&eacut=
e;s
de las cuales las personas se relacionan e intercambian. Al desintegrarse el
trabajo típico de las granjas familiares se rompen en consecuencia
ritmos en el tiempo, y se instauran otros nuevos, los cuales están a
merced de obtener la mayor cantidad de plusvalor posible y esto, como ya se=
ha
revisado en los subtítulos anteriores, no sería aceptado
pacíficamente, incluso había artesanos y campesinos que
preferían antes volverse vagabundos (Federici, 2022).
Entonces, para principios del siglo XVIII tene=
mos
una población desposeída de sus medios de vida, con un sistem=
a de
ideas que aún se funda en gran medida en la magia y ciertamente en la
religión, y que aún se está reorganizando con la
actualizada división sexual del trabajo, con todo y que la mano de o=
bra
de las mujeres fuera imprescindible en la esfera de la producción (c=
omo
lo ha sido siempre). El proceso largo de disciplinamie=
nto
poco a poco va naturalizando en el tiempo del capital y este es el siglo de
más clara transición, el tiempo que se observa en las
fábricas se filtra a la vida cotidiana, tanto por la necesidad de
acelerar el ciclo completo del capital, como porqué cultural, social=
y
éticamente la eficiencia en el proceder ha adquirido la legitimidad =
para
ser una cualidad muy apreciada entre los “hombres sensatos”.
Si me ubico a fines del siglo XVIII se puede
observar en plenitud el crecimiento de ciudades que se desenvuelven bajo la
reproducción de un tiempo efímero y veloz, es decir, en el qu=
e el
tiempo de la disciplina del trabajo se ha materializado al grado de configu=
rar
un ambiente específico para el capital (Frisby, 1992), capaz de
organizar los movimientos de millones de personas a un tiempo más o
menos homogéneo. Lo que he tratado de describir, de manera muy compa=
cta,
es que la asimilación de un tiempo social distinto, en donde “=
el
reloj de pulsera caracteriza, como ningún otro accesorio, la
ética de sus habitantes” (Simmel, 1903), se extiende a
través de varios siglos, es decir, la metamorfosis del tiempo y la
aceptación de ese tiempo no sucede de un día para el otro, y =
para
entender cómo se da esa expropiación, justamente como eso, una
expropiación, es importante referir a procesos históricos que
parecen lejanos a nuestra realidad, pero que dan cuenta de un modelo
civilizatorio que ha tenido la intención de contenerlo todo, y en ese
sentido interpela nuestra realidad actual.=
Para este momento la imagen de la ciudad es
importante para marcar una ruptura entre los tiempos veloces y los tiempos
“lentos” del campo. Para el momento en el que Baudelaire afirma=
la
existencia de la modernidad el tiempo se concibe uniforme y rectilín=
eo, al
individuo no se le impone con tanto esmero y violencia cierto ritmo de vida,
sino que se ha empezado asimilar ya con cierta naturalidad. La
asimilación a un tiempo distinto siempre sucede de forma violenta, p=
ero
la agitación se vuelve menos perceptible conforme se da ese proceso.
Cuando Simmel observa el tiempo de la ciudad destaca la atrofia de los nerv=
ios
de los individuos metropolitanos, más allá del cansancio
físico se encuentra una fatiga mental a la gran cantidad de est&iacu=
te;mulos
a los que se enfrenta el citadino día a día, y esto tiene que=
ver
en cierta medida con la aceleración del ritmo de vida.
Dice Simmel (1903) del tiempo en la ciudad:
“la técnica de la vida metropolitana es sencillamente inimagin=
able
sin una integración puntualisima de toda=
la actividad
y relación mutua al interior de un horario estable e impersonal̶=
1;
(p. 3), claro que el autor habla de otro momento histórico, y habla =
de
Berlín, me parece que esta visión del tiempo no se aplica del
todo al contexto mexicano, donde el tiempo es más flexible por rasgos
culturales particulares. Sin embargo, sí se da esta
sincronización de la que habla Simmel, los ritmos se vuelven compart=
idos
en la ciudad y aunque existan particularidades culturales, sociales,
geográficas, etc. Para el día de hoy existe un acuerdo que se
hace obvio sobre todo en las ciudades en donde el tiempo se hace más
interdependiente, a pesar de las tensiones y divergencias típicas de=
las
urbes.
Me parece que David Harvey (2004) da una elocu=
ente
explicación respecto al espacio urbano y la expansión del
capital, lo que me permite señalar la configuración
específica del tiempo que se da en las ciudades hasta la actualidad.
Harvey dice que el proceso del capital requiere de una
“integración espacial”, lo cual permite el flujo del val=
or
en cualquiera de sus formas, y más eficiente es dicho flujo cuanto m=
ayor
integración se da. Ahora bien, cuando esa integración espacia=
l es
deficiente se producen una serie de retrasos colaterales que alteran todo el
proceso de valorización.
Es claro que la integración de la que h=
abla
Harvey no se da jamás de manera perfecta en la realidad, ya que la
cantidad de condiciones o de “situaciones” que tendrían =
que
controlarse no se pueden siquiera conmensurar, y esto, entre muchos otros
elementos de la propia naturaleza contradictoria del capitalismo, promueven=
el
ya reconocido funcionamiento desigual de la acumulación de la riquez=
a. A
pesar de eso, y de la necedad humana para mantener el deforme sistema, se
siguen intentando disminuir las barreras geopolíticas al intercambio=
de
mercancías, lo que genera puntos de integración que ya no
alcanzan a contener la gran cantidad de fuerza de trabajo ahí requer=
ida,
y siendo la fuerza de trabajo la mercancía más importante tam=
poco
puede ese espacio integrado prescindir de ese recurso.
Eso son las ciudades, espacios que buscan
reducirse conteniendo todo, haciéndose aliados de las telecomunicaci=
ones
y el transporte, disminuyendo la rotación del capital, aunque esto no
implique mejor calidad de vida para sus habitantes, sobre todo en
términos de tiempo. Lo crucial es, como se señala en el
párrafo anterior, que si la fuerza de trabajo no tiene movilidad, la
integración espacial no existe y todo eso resulta en un tiempo perdi=
do
en términos del capital, así lo señala Harvey, "La
distancia espacial" se reduce entonces a tiempo porque lo importante n=
o es
la distancia en espacio al mercado, sino la velocidad con que se puede lleg=
ar a
él, y tal como se da un efecto dominó se alteran todos los
momentos de producción, dentro del cual debe incluirse la movilidad =
de
insumos, intercambio y consumo de mercancías, a esto llama Harvey
“inercia geográfica y temporal dentro de la economía
espacial de la producción capitalista”, siendo que a mayor exp=
ansión
de esa inercia peores son los efectos de devaluación del capital.
Por todo lo anterior hay que entender que la
sincronía y la pretendida homogeneidad espacio-temporal no puede ser
nunca igual a la armonía de un sistema que imitaría a una
maquinaria. Los tiempos en la ciudad se vuelven más caóticos =
y la
aspiración moderna a la eficiencia simplemente no puede acoplarse a =
la
vida misma. Aun cuando el estímulo creativo en las grandes ciudades
podría ser provechoso, por la diversidad de mundos que se llegan a
encontrar en un espacio urbano, la
infraestructura no está actuando a la par de la
concentración de la población, por la desigualdad, los intere=
ses
económicos, políticos y sociales dados en los territorios, pe=
ro
principalmente porque el “valor de uso” no es el que motiva la
acción de la especie humana, y así ha sido desde los principi=
os
del capitalismo como se describe en la siguiente cita de El Capital:
En sus Principios de Economía
Política, dice John Stuart Mill: "Cabría preguntarse si
todos los inventos mecánicos aplicados hasta el presente han facilit=
ado
en algo los esfuerzos cotidianos de algún hombre." Pero la
maquinaria empleada por el capitalismo no persigue ni mucho menos, semejante
objetivo. Su finalidad, como la de todo otro desarrollo de la fuerza produc=
tiva
del trabajo, es simplemente rascar las mercancías y acortar la parte=
de
la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese mod=
o,
alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista. Es,
sencillamente, un medio para la producción de plusvalía (Marx,
2008, P.231)
Y las ciudades son muestra de eso mismo, una m=
asa
de intereses privados que desbordan recursos que alguna vez pudieron ser
utilizados como un medio concreto de transformar o facilitar la vida de una
persona.
Ahora bien, estos sujetos y sujetas que se
encuentran explorando las nacientes grandes ciudades de finales del siglo
XVIII, han sincronizado sus relojes a un horario global, claramente “=
lo
global” no podía ser otra cosa que el meridiano de Greenwich, =
todo
con el fin de homogeneizar sus rutinas, una búsqueda de
sincronización que proviene, como ya se ha dicho, de la propia neces=
idad
de intercambio de mercancías, de establecer coherencia entre
comunicaciones y transportes, aunque esto signifique que los horarios en
diferentes latitudes no estuviera acorde a los ritmos solares locales. Esta
transformación del espacio-tiempo en razón de agilizar el
movimiento tiene su microcosmo dentro del propio taller, todos esos cambios=
se
dan de manera paralela a una forma de ser y hacer que se manifiesta con may=
or
énfasis con las propuestas, primero de Taylor, y luego de Ford en
Estados Unidos, con una mano de obra migrante ya disciplinada a los nuevos
ritmos de la vida moderna.
Taylor y Ford
Con el crecimiento de las ciudades debido al
cambio en la organización del trabajo surge también un
crecimiento demográfico que exige un proceso migratorio que se da de
Europa a Estados Unidos, lo que da paso a uno de los modelos que
materializó la intención de esta etapa temprana del capitalis=
mo
de agilizar el proceso de producción de mercancías a
través de la disciplina de un trabajo ya más acoplado al proy=
ecto
moderno, en donde el trabajo artesano se hace exclusivo de un consumo de
lujo.
Los planteamientos de Frederick Taylor, fueron
fundamentales para que Ford estableciera una organización del trabaj=
o de
tal manera que sometiera el ritmo del cuerpo humano al de la máquina=
.
Taylor, advierte algo que ya Marx había
señalado: el despojo de la autonomía de los ritmos de trabajo=
. En
el tomo uno de El Capital, en el capítulo VIII “La Jornada de
trabajo” en el apartado 6 sobre “Lucha por la jornada normal de
trabajo. Restricción legal del tiempo de trabajo. La legislaci&oacut=
e;n
fabril inglesa de 1833 a 1864”, Marx escribe sobre el sistema de rele=
vos
en las fábricas textiles de Lancashire de 1848 donde describe el
resultado de una serie de estrategias patronales para controlar el tiempo d=
e las
y los obreros, condicionando sus horas de ocio, sus horas de
alimentación y descanso en favor de no dejar por largos periodos mue=
rtos
a sus “costosísimas” maquinarias. Lo que viene a hacer
Taylor es formalizar aún más ese proceso de explotació=
n,
ya no a través de una legislación que posteriormente ser&aacu=
te;
manipulada, sino bajo el legitimismo nombre de la ciencia. Taylor escribe en
“Los Principios de la Administración Científica” =
en
1911:
El trabajo así preparado con
anticipación constituye una tarea que el obrero no cumple por s&iacu=
te;
solo, pues en la mayoría de los casos representa el esfuerzo
común de éste y de la administración. En esta forma, no
sólo se específica lo que ha de hacerse, sino también =
cómo
debe hacerse y el tiempo exacto concedido para realizarlo. Y siempre que el
obrero logra efectuar su tarea correctamente y dentro del tiempo lím=
ite
especificado, recibe un aumento del 30 al 100 por ciento de su salario
ordinario. El trabajo de cada obrero es cuidadosamente proyectado, de manera
tal que su ejecución exija una tarea consciente y prolija, pero
ejecutada a una velocidad tal que en ningún caso le exija un ritmo de
trabajo que sea perjudicial para su salud. La tarea es siempre regulada de =
modo
que el obrero que la desempeña sea capaz de trabajar durante a&ntild=
e;os
bajo este sistema sin temor de cansancio (p. 31).
Con Taylor se pretende una completa
desconexión entre el trabajo intelectual y manual de las y los obrer=
os,
jerarquizando aún más la supervisión y elaboraci&oacut=
e;n
del plan de acción de aquellos que van a realizar el trabajo
práctico. Hay en el manual de Taylor una insistencia por infantiliza=
r a
las personas cuya experiencia les volvía dueños de sus propios
tiempos de trabajo, acusando a los y las dueñas de esos saberes de s=
er tramposxs al “simular trabajo”, lo que
podría traducirse como un robo directo contra los patronos; y todo m=
uy
bien disimulado bajo un discurso de “distribución de las
responsabilidades de producción”. Taylor escribe: “bajo =
la
administración de iniciativa e incentivo (o el antiguo régimen
administrativo, como lo indica el autor) todo el problema queda confiado
completamente al obrero, mientras que bajo la administración
científica la mitad del problema pertenece completamente a la
administración”. El manual de Taylor representa la justificaci=
ón
“racional” de que debía disciplinarse aún m&aacut=
e;s
el trabajo, que bajo un modelo de producción basado en el oficio el
tiempo se mantiene en manos de quienes trabajaban y por eso mismo lo que te=
nía
que lograrse era justamente arrebatar el control sobre dicho tiempo para
permitir acelerar el proceso de producción y aumentar el plusvalor
obtenido.
Al elaborar una mercancía de manera artesanal el o la artesana están en condición de detener el g= asto de su energía cuando lo consideren prudente, el trabajo intelectual = en ese proceso es más complejo y está estrechamente unido a la materialización del producto y al ejercicio físico ahí implementado. Por el contrario, en el trabajo fabril se pierde el rol de creador o creadora, los movimientos del cuerpo ya no se transitan con liber= tad sino bajo el ritmo de una máquina o una cadena de ensamblaje, lo que resulta en un prematuro desgaste de la fuerza de trabajo, no solo física, sino psíquica y emocional de los y las trabajadoras.<= o:p>
Este es el vuelco de paradigma que promueve Ta=
ylor
y del que Ford sacaría provecho posteriormente, el tiempo ya no es d=
e la
clase obrera, el tiempo ahora pertenece al empleador a través de un
sofisticado diseño y cálculo de los movimientos y disciplina
dentro del proceso productivo. Claro que Taylor solo daría la
sistematización de una ideología anti-ob=
rera
que ya se gestaba desde antes y que se desarrolla sobre todo en la segunda
oleada migratoria que se da hacia Estados Unidos con una gran masa de mano =
de
obra menos especializada y menos organizada. Así lo describe Benjamin Coriat en El Tal=
ler y el
Cronómetro:
En este «hueco», este desfase
producido por la diferencia entre la composición técnica de la
clase obrera y su composición política (sus instrumentos y me=
dios
de defensa y lucha) es donde se puede captar la significación del
taylorismo como estrategia de dominación sobre el trabajo.
Descomponiendo el saber obrero, «desmenuzándolo» en gest=
os
elementales —por medio del «. time and mot=
ion
study»—, haciéndose su
dueño y poseedor, el capital efectúa una «transferencia=
de
poder» en todas las cuestiones concernientes al desarrollo y la march=
a de
la fabricación. De esta forma, Taylor hace posible la entrada masiva=
de
los trabajadores no especializados en la producción. Con ello, el
sindicalismo es derrotado en dos frentes. Pues quien progresivamente es
expulsado de la fábrica, no es sólo el obrero de oficio, sino
también el obrero sindicado y organizado. La entrada del «unskilled» en el taller no es sólo la en=
trada
de un trabajador «objetivamente» menos caro, sino tambié=
n la
entrada de un trabajador no organizado, privado de capacidad para defender =
el
valor de su fuerza de trabajo. Un mismo movimiento — la
instauración del trabajo parcelado—apunta a dos blancos a la v=
ez,
acabar con la capacidad de resistencia del obrero de oficio y poner en marc=
ha
un proceso de trabajo que permita la entrada en el salariado de los
trabajadores no especializados y no organizados. De ahí que la lucha=
en
el taller —para introducir en él el cronómetro y su
ley— sea inseparable de una lucha más amplia, librada en el
terreno social por la «libertad» de reclutar la fuerza de traba=
jo
fuera de los sindicatos (Coriat, 1998, P.30).
Digamos que una vez se prepara el terreno bajo=
los
principios del taylorismo, con los efectos sociales que señala Coriat en la cita anterior, a decir una mayor
desintegración de la fuerza obrera, es cuando la implementació=
;n
de la cadena de ensamblaje de Ford subordina definitivamente a la maquinari=
a,
el movimiento y el reposo de quien trabaja. En este sentido me parece bueno
señalar el principio a través del cual Marx describe la
máquina para entender la manera en que el ser humano es sustituido e=
n su
rol respecto a la creación de una mercancía, y las implicacio=
nes
de eso en cuanto al proceso de fetichización
de él o la obrera y de su tiempo.
La máquina que arranca la revoluci&oacu=
te;n
industrial sustituye al obrero que maneja una sola herramienta por un mecan=
ismo
que opera con una masa de herramientas iguales o parecidas a la vez y movida
por una sola fuerza motriz, cualquiera que sea la forma de ésta. En =
esto
consiste la máquina, con la que nos encontramos aquí como
elemento simple de la producción maquinizada (Marx, 2008, P. 232).
Lo que señala Marx en este pasaje es co=
mo
el ser humano pasa de ser el sujeto creador, en cuyo momento realiza una to=
ma
de decisiones que lo posibilitan para un desarrollo físico e intelec=
tual
frente a la realización de un producto único, a ser
únicamente la “fuerza motriz” con mínimo ejercici=
o de
su conciencia. Ford lleva esto a sus últimas consecuencias, la
fábrica en esencia se vuelve una máquina, y siendo que los
obreros y obreras no pueden ser el motor principal de una maquinaria tan
grande, el rol se traslada y se fetichiza una vez más, siendo ahora
éstos y éstas una una batería para dicha máquin=
a.
Aún más, si con Taylor se requería cierta
especialización y capacitación de los y las trabajadoras, con
Ford eso ya no es necesario, pues éste expande la función de =
la
máquina, pero no la complejiza, sino por el contrario la simplifica,
procurando que prácticamente cualquier persona pueda operar esa
maquinaria.
La cadena de montaje implementada por Ford es =
la
expresión característica de la era absoluta del control de los
tiempos de producción. Esta parte del marco histórico ha teni=
do
la intención de establecer la importancia que tienen los siglos del
desarrollo del capital para poder llegar a esta forma de control que ha
establecido una pérdida de autonomía de los tiempos más
mínimos en el proceso de producción:
«Velocidad sorprendente»,
«velocidad de gestos asombrosa»; ni siquiera el prodigioso escr=
itor
que es Navel se libra de esta palabra para desc=
ribir
el trabajo del nuevo taller: la «velocidad» se repite en cada
frase. Y finalmente, ahí reside la terrible eficacia del fordismo, p=
ues,
al inaugurar el despotismo tranquilo y absoluto de los tiempos y los
movimientos, va aún más lejos que el taylorismo y, desde el p=
unto
de vista económico, contribuye de manera propia y específica a
acelerar las mutaciones en curso (Coriat, 1998,=
P.43).
=
Esta
implementación genera un proceso en cadena y a gran escala pues, al
acelerar los procedimientos en la esfera de la producción, se aceler=
an
todos los demás estadios del proceso de acumulación capitalis=
ta,
lo que inevitablemente provoca una aceleración en los propios ritmos=
de
vida. Y si bien, pareciera un momento en el tiempo donde las y los trabajad=
ores
ganan espacios en términos de una legislación que proteja cie=
rtos
derechos, es importante recordar el papel del Estado Benefactor, en el hech=
o de
que el propio Ford estableciera jornadas de 8 hrs,
vacaciones, semanas laborales de 5 días entre otros, había de
fondo la intención de mantener cierto ritmo de producción que=
sea
más estable, es decir, el capitalista se da cuenta de que el obrero =
y la
obrera necesitan momentos de reposo forzado para mantener un ritmo constant=
e de
producción y sobre todo mayor dinero y tiempo para consumir todos es=
tos
nuevos productos.
Finalmente, en cuanto al fordismo y sus efectos
sociales sobre la percepción del tiempo, quisiera hablar sobre el
imaginario que se construye alrededor del empleo estable o rígido que
aún hoy configura para muchos y muchas las expectativas de una
trayectoria laboral deseable sobre un contexto de flexibilidad del trabajo,=
en
ambos casos con una administración del tiempo que impide tener la
posibilidad de ocuparnos o desocuparse en actividades que desarrollan nuest=
ro
potencial humano, pero a través de dinámicas distintas.
Acá las formas de reproducción social se imbrican con los mod=
elos
de producción y así como algunxs
anhelan el retorno de un empleo rígido, para ot=
rxs
la incertidumbre ha sido más o menos naturalizada y tampoco imaginan
estar en un empleo por 30 años, justamente por el coste de tiempo de
vida, esto no quiere decir que bajo el modelo flexible sí se tenga
autonomía del tiempo.
REFLEXIÓN
Los procesos de expropiación que se han
descrito están centrados en la esfera de la producción de
mercancías durante gran parte del siglo XX, es decir, la
racionalización del tiempo que inicia en las fábricas luego se
establece en un nuevo ritmo que pronto define la vida para gran parte de la
población, la cual en su mayoría se ve en la necesidad de
trabajar bajo este formato. Pero ¿qué implicaciones tiene esto
para la concepción del tiempo y el trabajo? Pues bien, a medida que la forma de
producción cambia, también lo hace la esfera de la
reproducción del capital, y con ello las demás etapas en la
rotación del ciclo del capital, sobre todo en términos del
consumo, que a lo largo del siglo XX va adquiriendo un nuevo significado.
Aunque en el capitalismo actual, la esfera de la producción es
aún importante e imprescindible ha sido desplazada por el capitalism=
o de
servicios, la ficcionalización del capit=
alismo
ha generado un despliegue gigantesco de acciones que se sostienen sobre un
plusvalor social total cada vez más pequeño, lo que provoca un
desfase tremendo entre la producción y todos los demás moment=
os
del ciclo de acumulación.
Es importante señalar esto para poner en
perspectiva los límites de lo que significa adquirir ciertas normas
dentro de la fábrica que organizan y reproducen la vida cotidiana de=
las
personas que trabajaban en dichas fábricas. Es decir, no solo los
modelos de producción reflejan el carácter de una époc=
a,
sino que existen un montón de circunstancias que influyen de afuera
hacia dentro de la fábrica, y los desgastes de estos modelos indican
cambios veloces en términos sociales, económicos y
políticos que se dan por ese mismo desfase, ejemplo de eso son las d=
os
guerras mundiales por las que atraviesa la humanidad durante el siglo XX y =
que
sin duda generan cambios en la forma de producir y consumir.
Al cambiar nuestra capacidad productiva, cambia
necesariamente la forma en que distribuimos nuestro tiempo; sin embargo, la
paradoja del capitalismo es que este desarrollo en la técnica no inf=
luye
de manera directamente proporcional y positiva en el tiempo utilizado para =
el
cultivo de nuestra creatividad, sino más bien actúa de manera
inversa; y eso ha sucedido hasta nuestros días, asimismo el sistema =
de
flexibilización, del cual hablaré a continuación, lejo=
s de
contribuir a mejorar las posibilidades de desarrollo del potencial humano,
refuerza esta dinámica.
La flexibilización del trabajo tiene una
connotación positiva dentro del argot del mundo empresarial, el disc=
urso
que se emite tanto desde las organizaciones empresariales como desde el
discurso político, es que el trabajo al ser más flexible
ayudará a establecer un equilibrio entre la vida personal de el o la empleada y su vida profesional, lo que estas
instituciones olvidan, o quizá simplemente prefieren ignorar es que =
la
flexibilización del trabajo va de la mano con la precarización
del trabajo, por lo que flexibilizar el trabajo, sobre todo en contextos
socioeconómicos como los de México, significa múltiples
trabajos con menor seguridad social que, repitiendo el discurso de que lo
verdaderamente importante es la “productividad” y no las horas =
que
pasas en el taller, la oficina, mostrador, etc., solo intensifican los proc=
esos
de aprovechamiento de la fuerza de trabajo.
Este debate es muy actual, y el argumento que =
sale
en defensa de la flexibilidad está basado en que hoy como nunca se
disfruta de “mayor tiempo libre”, pero ¿mayor tiempo lib=
re
para quién? Pareciera que nuestras condiciones de trabajo han mejora=
do
desde la larga historia de la explotación laboral, que ya hemos revi=
sado
brevemente en los apartados anteriores. Pareciera que nuestros derechos tie=
nen
mayores protecciones, que los niños y las niñas del mundo ya =
no
son explotados descaradamente en fábricas textiles que se
desempeñan en un limbo entre lo rural y lo urbano. Sin embargo, la
situación es que se ha hecho global, y para que ese nivel de
explotación no se experimente en, por ejemplo
las provincias inglesas, hoy se sufren, de una u otra forma, en todo el sur
global.
Al igual que el fordismo, el moderno sistema de
flexibilización aparece como una innovación sobre el dominio =
de
los tiempos y ofreciendo ventajas para las y los trabajadores. Así
mismo, el toyotismo (modelo con el que se asocia la flexibilidad), es una
racionalización aún más intensa en la búsqueda =
de
extracción de plusvalor. Hay que recordar que el agotamiento del
fordismo se da de la mano con la crisis del Estado Benefactor que, aú=
;n
como aliado del sistema capitalista, garantiza ciertos derechos de los y las
trabajadoras; así pues, la llegada del neoliberalismo bajo el nuevo
manual de Taiichi Ohno (principal artífice del modelo) implementado =
en
las empresas japonesas Toyota tiene nuevos mecanismos de control del
tiempo.
Lo que destaca en razón de esta
reflexión es que la flexibilización del trabajo anuncia como =
una
de sus principales ventajas, su capacidad de combatir el exceso de tiempo de
trabajo de los individuos modernos, respaldandose con
planteamientos de una economía neoclásica que sostiene el
principio del actor racional y la autorregulación del mercado. La
autorregulación implica entonces eliminar una serie de protecciones =
que,
bajo el nuevo discurso del toyotismo, hacía rígido el marco de
acción de las empresas, por tanto, del mercado:
(...) la norma es flexibilizar la oferta y dem=
anda
de trabajo, eliminando instituciones y reglamentaciones protectoras que
distorsionan aquella libre asignación de este factor, facilitando el
empleo y desempleo, el uso de la fuerza de trabajo dentro del proceso del m=
ismo
y haciendo fluctuar el salario supuestamente en función de la
productividad marginal del trabajo (Garza, 2000,P. 34).
En la cita anterior Enrique de la Garza hace u=
na
síntesis bastante clara de la manera en que opera en general la
flexibilización del trabajo. Como el mismo autor señala, la f=
orma
en que el concepto “flexibilización” describe la realidad
del mercado laboral es bastante heterogénea según el contexto=
en
el que se presente, en ese sentido el caso mexicano tiene
características particulares además de que las diferentes
empresas adoptan métodos de flexibilidad según sus propias
necesidades o capacidades. Sin embargo, aun cuando el modelo japonés=
no
se aplica de manera exacta al contexto mexicano, lo cual sería
imposible, existen varias características que, como ya dije, tienen
serias consecuencias sobre el tiempo, dentro y fuera de la empresa, lo cual
cambia de forma según el tipo de empresa que sea y los alcances de e=
sta.
De la Garza, por ejemplo, da un vistazo general a la manera de administrar =
el
tiempo en las empresas mexicanas de principios de los años ochenta,
periodo en el que comienzan a incorporarse técnicas del modelo de To=
yota
a la producción mexicana.
Esta heterogeneidad al interior del país
respecto a la implementación de un modelo flexible es más o m=
enos
igual hasta el día de hoy, a excepción de algunas reformas a =
la
Ley Federal del trabajo que han venido a facilitar un poco más la
aceptación de un modelo flexible, que de acuerdo con el proyecto de
Estado actual tendría que tener aspectos importantes de
protección social. Reformas como la del aumento en los días de
vacaciones pagadas de 6 a 12 días, que está en proceso, o los
mecanismos de solución de conflictos que tienen la intención =
que
se dé una participación más activa por parte de los
sindicatos. Si bien este tipo de reformas podrían tener efectos
positivos sobre las condiciones laborales de los y las trabajadoras, es
importante recordar que la intención del modelo que propone el toyot=
ismo
tiene un fuerte interés en que exista diálogo
“abierto” entre lxs obrerxs
y lxs patronxs, cla=
ro que
de manera más individual que colectiva, es decir, no para polarizar =
sino
para generar en aquellxs un compromiso con la
“visión y misión” de la empresa, una especie de
lealtad que mejore la productividad de cada individuo.
Entonces, hay que considerar que las reformas =
que
se quieren implementar tienen la intención de que aquello que
obstaculiza el proceso de adaptación de las empresas mexicanas al mo=
delo
de producción dominante sea resanado de a poco, y sea aceptado de ma=
nera
bi-lateral, es decir, que se modifiquen conduct=
as
tanto por parte de las y los patrones y las y los obreros, para que as&iacu=
te;
puedan acelerarse los ciclos de rotación del capital, lo cual es una=
de
las principales intenciones de por ejemplo el “j=
ust
in time” de la flexibilización del mercado.
Aunque el modelo de flexibilización lab=
oral
se implementará al pie de la letra, sus principios de competitividad
sólo crearían una serie de empleos precarios, donde las perso=
nas
tendrían tiempos saturados y una incertidumbre constante con efecto
social, psicológico y emocional; ahora cuando el contexto no est&aac=
ute;
dispuesto ni económicamente, ni política, social y culturalme=
nte
los problemas del modelo se agravan, a decir que existe un desinteré=
s de
las grandes empresas por elevar los salarios, negligencia y corrupció=
;n
para hacer cumplir los aspectos positivos que podría tener la
legislación al respecto del trabajo, la incapacidad de la oferta para
emplear a la mayoría de la población.
Todos estos problemas, son inmanentes a la cri=
sis
del trabajo, que más allá del modelo de flexibilización
laboral es un proceso de desgaste del propio sistema capitalista. Siendo la
flexibilización un intento de resolución de la erosión=
del
modelo fordista, busca intensificar la velocidad y volumen de la esfera de =
la
producción, porque es acá dónde se inician siempre los
ajustes y reajustes, pero como onda expansiva se va reflejando en todos los
momentos del mercado y en la propia vida de las personas.
La flexibilización laboral no nos hace
mejores en nuestro trabajo, más productivos y por lo tanto más
felices, sino que podemos observar mayores indices de
suicidio, de enfermedad mental, de pobreza, de desigualdad, como lo ha sido=
historicamente, con ciertos sectores de la poblaci&oa=
cute;n
que estan más afectados, como es el caso=
de
México, con sus propias desigualdades internas.
Esta crítica a la incertidumbre laboral=
, de
contratos temporales, pocas prestaciones, y despidos latentes, no quiere de=
cir
que se defienda una forma de empleo “rígido”, porque el
propósito de esta reflexión es evidenciar que, bajo el
patrón de la sociedad del trabajo, sea cual sea su forma, no es posi=
ble
tener tiempo para un pleno desarrollo del potencial humano, y bajo el modelo
del fordismo no podemos decir que esto se logrará.
CONCLUSIONES
Como se ha visto a lo largo de esta
reflexión histórica, se ha dado un largo recorrido para la as=
imilación
de la fórmula del trabajo, y por lo tanto de su tiempo. La
ideología del trabajo se critica cada vez menos porque ya existe en =
la
memoria colectiva un principio moral y ético sobre las bondades del
trabajo que solo tiene que renovarse cada tanto cuando entra en crisis cier=
to
modelo. Es importante una reflexión constante del proceso
histórico para entender que el tiempo adquiere formas en razó=
n de
la lógica del valor, es decir, no es inmutable o constante y por lo =
tanto
existe el potencial para que se transforme en favor de la vida.
Con el arquetipo del trabajo formal y
rígido el o la trabajadora podían conservar un empleo con cie=
rtas
garantías por muchos años, con jornadas de 8 hrs,
que resultan agotadoras por su monotonía como para que el “tie=
mpo
libre” sea vivido de forma activa con “experiencias
estéticas” (Luna, 2021). Por otro lado, con un trabajo flexibl=
e se
puede tener el mismo ritmo de actividad, pero sin garantías que prot=
ejan
el empleo, o se tiene empleos múltiples para cubrir los gastos
necesarios para la reproducción de la vida, además es cada vez
más común llevar tareas al hogar, estrategia implementada tra=
s la
pandemia. Esto hace que sea más intensivo el proceso de productivida=
d, y
el transporte y las comunicaciones más que facilitar nuestras
actividades, generan nuevas expectativas sobre la velocidad con que debemos
producir, intercambiar, consumir y reproducir el valor. Tomando en cuenta q=
ue
si eres mujer lo más probable es que tengas que ocuparte ademá=
;s
de lo necesario dentro de la esfera de la reproducción, la cual se
vuelve más fuerte conforme la producción se vuelve intensa.
En caso de autoemplearse el tema del tiempo no
mejora pues, y sobre todo cuando se construye desde el inicio la plataforma
para el autoempleo, se dedican horas de trabajo extras para que una persona=
o
muy pocas puedan cumplir con distintos roles como el de administració=
;n,
contaduría, producción, marketing, etc. De nuevo, hay que ten=
er
presente que ningún modelo prescinde de momentos de reproducci&oacut=
e;n
de la vida, que puedes disfrutarlos o no, pero que son necesarios, por lo q=
ue
el tiempo de desarrollo de nuestras potencialidades es cada vez menor.
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