LATAM Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades, Asunción, Paraguay.
ISSN en línea: 2789-3855, septiembre, 2024, Volumen V, Número 5 p 622.
INTRODUCCIÓN
La Isla Santay, ubicada frente a la ciudad de Guayaquil, Ecuador, en la jurisdicción del cantón Durán, se
ha consolidado como un área de importancia ecológica debido a su rica biodiversidad. En el año 2010,
esta isla fue reconocida como una reserva ecológica, albergando una gran variedad de especies de
flora y fauna, incluyendo manglares, aves, reptiles y mamíferos (MINTUR, 2014). Con el objetivo de
promover el ecoturismo y proteger este valioso ecosistema, se han implementado diversas iniciativas,
incluyendo la construcción de una ecoaldea y la creación de senderos ecológicos. Estas acciones
buscaron integrar a la comunidad local en actividades turísticas sostenibles que generen ingresos sin
comprometer el equilibrio ambiental.
Con respecto a sus atractivos naturales, la Isla Santay, reconocida como un sitio RAMSAR, se destaca
por su diversidad florística, posee cinco tipos de mangle, los mismos que son esenciales para la
preservación de la biodiversidad local (Quelal Mora, Medina Alvarado, & Rivera Medina, 2020). Además,
alberga una diversidad de fauna, destacándose especialmente los mamíferos medianos y grandes,
tales como el ocelote (Leopardus pardalis), el mapache cangrejero (Procyon cancrivorus), el venado
cola blanca (Odocoileus virginianus peruvianus), y la nutria neotropical (Lontra longicaudis). Estas
especies juegan roles ecológicos vitales en sus respectivos hábitats, contribuyendo a la dinámica del
ecosistema mediante la dispersión de semillas, control de poblaciones de presas, y mantenimiento de
la biodiversidad. A pesar de la riqueza natural de la isla, la presencia de especies invasoras y la
actividad humana representan amenazas significativas para la conservación de su fauna nativa
(Torres-Domínguez, Salas, & Hurtado, 2022)
Numerosos estudios han abordado la relación entre ecoturismo y conservación en áreas protegidas,
destacando la importancia de un manejo adecuado de los recursos naturales para garantizar tanto la
protección del medio ambiente como el desarrollo económico local. Según el Ministerio de Medio
Ambiente (MAE, 2015), dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, la Isla Santay representa un
caso emblemático de cómo las políticas de conservación pueden integrarse con el desarrollo
comunitario. Desde la década de 1980, cuando la isla fue declarada pública, diversos esfuerzos han
sido implementados para convertirla en un centro de turismo comunitario. Sin embargo, la falta de
continuidad en los proyectos y la insuficiente infraestructura han limitado su éxito, como se evidencia
en los repetidos incidentes de colisión en los puentes y la inoperatividad de las instalaciones claves
(Reyes, 2022).
Ahora bie, el turismo comunitario en la Isla Santay es una alternativa al turismo tradicional al permitir
una mayor interacción entre los visitantes y la comunidad local. Esta forma de turismo no solo ofrece
experiencias más auténticas para los viajeros, sino que también contribuye al desarrollo sostenible de
la región y a la preservación de su entorno natural. Según Pérez-Gálvez, Díaz-Christiansen, Muñoz
Fernández y Ortega Correa (2019), el turismo comunitario en Santay puede permitir a los turistas vivir
de cerca la realidad de las comunidades, generando un impacto positivo tanto en la economía local
como en la satisfacción de los visitantes.
Bajo este contexto, el Centro de Turismo Comunitario Isla Santay fue creado como parte de los
esfuerzos para promover el turismo sostenible y mejorar la calidad de vida de los habitantes de la isla;
apoyado por políticas gubernamentales y la colaboración de diversas organizaciones, permitiendo
durante los primeros años de creación que la comunidad local participe activamente en la gestión
turística y en la conservación de sus recursos naturales y culturales (García Vera & Malucín Tuárez,
2019).