LATAM Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades, Asunción, Paraguay.
ISSN en línea: 2789-3855, septiembre, 2024, Volumen V, Número 5 p 543.
INTRODUCCIÓN
En el contexto actual, donde los estilos de vida sedentarios y los hábitos alimenticios poco saludables
están contribuyendo al aumento de enfermedades crónicas y problemas de salud, es crucial que las
instituciones educativas, especialmente las universidades, asuman un papel proactivo en la promoción
de la salud y el bienestar entre sus comunidades estudiantiles. La alimentación juega un papel
fundamental en la salud física y mental de las personas, y abordar este aspecto en el entorno
universitario puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los estudiantes y en su
desempeño académico.
Es importante reconocer que la etapa universitaria es un período crítico en la vida de los jóvenes, donde
se establecen muchos de los hábitos que persistirán en la edad adulta. Durante estos años, los
estudiantes enfrentan múltiples desafíos y demandas, como el estrés académico, la falta de tiempo y
los cambios en su entorno social. Estos factores pueden influir en sus elecciones alimenticias,
llevándolos a optar por opciones rápidas y poco saludables que satisfagan sus necesidades
inmediatas pero que no contribuyan a su bienestar a largo plazo. Por lo tanto, intervenir en este punto
crucial puede tener un impacto significativo en la salud futura de los estudiantes.
Una alimentación saludable no solo proporciona los nutrientes necesarios para mantener un cuerpo
fuerte y saludable, sino que también está estrechamente relacionada con el bienestar mental y
emocional. Estudios han demostrado que una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, granos
integrales y proteínas magras, puede mejorar el estado de ánimo, reducir el estrés y aumentar los
niveles de energía. Se ha encontrado que, en general, los estudiantes no consumen las proporciones
recomendadas de frutas y verduras, con una disminución significativa en la cantidad de pan y verduras
consumidos durante el primer año de universidad y un aumento significativo en la ingesta de grasas y
el consumo de alcohol. Una dieta poco saludable y el consumo excesivo de alcohol contribuyen
significativamente a la ingesta de energía y, en consecuencia, pueden facilitar el aumento de peso de
los estudiantes.
En un entorno universitario donde el estrés y la presión académica son comunes, proporcionar a los
estudiantes los recursos y el apoyo necesario para mantener una alimentación saludable puede
ayudarles a manejar mejor estos desafíos y a mejorar su calidad de vida en general. Además, una
alimentación saludable es fundamental para prevenir una serie de enfermedades crónicas y afecciones
relacionadas con la mala alimentación, como la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades
cardíacas y ciertos tipos de cáncer. Estas enfermedades no solo tienen un impacto negativo en la salud
y el bienestar de los individuos, sino que también representan una carga significativa para los sistemas
de salud y la sociedad en general.
En un estudio realizado por Racette y colaboradores, se examinó a 764 estudiantes de primer año. Se
encontró que el 50% de estos estudiantes informaron haber consumido alimentos ricos en grasas o
comida rápida en tres o más ocasiones durante la semana previa al estudio. Además, al finalizar su
segundo año, se reevaluó a 290 de estos estudiantes, y se observó que el 70% de ellos había
experimentado un aumento de peso sin una asociación aparente con el nivel de ejercicio o los patrones
dietéticos. Los resultados también indicaron que los estudiantes presentaban una ingesta total
significativamente mayor de grasas y grasas saturadas, mientras que su consumo de grasas
poliinsaturadas, grasas monoinsaturadas, ácido fólico, vitamina E y granos era considerablemente
menor en comparación con las recomendaciones de la Asociación Americana del Corazón.
Por otro lado, un estudio de Ganasegeran reveló una paradoja sorprendente: los estudiantes de
medicina, aunque bien informados sobre la importancia de una buena alimentación, presentaban
factores de riesgo para enfermedades crónicas tempranas debido a sus malos hábitos alimentarios.